Documento Aprobado en el 3er Congreso Ordinario del MIR.
Introducción
Estamos viviendo a un cambio de época del capitalismo marcado por la crisis ecológica provocada por la lógica de la acumulación capitalista, que ha expuesto la posibilidad misma de la extinción de la vida humana; el agotamiento del neoliberalismo, como modo de administración del capital, ha obligado a que grandes potencias revaloren y recuperen políticas keynesianas; la crisis capitalista provocada por las bajas tasas de ganancia obligan a que el capital busque en las guerras imperialistas de rapiña una posible salida; se están trasladando los centros de poder económico-político de occidente a oriente y, por si fuera poco, la pandemia jaqueo la legitimidad del capitalismo neoliberal, pues mostró la gran desigualdad social que existe a nivel mundial.
La pandemia por Sars-Cov-2 demostró la gran desigualdad, precariedad, violencia y marginación en que vive la clase trabajadora. Millones de trabajadores padecen la precariedad laboral, la desocupación, bajos salarios, ausencia de derechos. La pandemia también demostró por enésima ocasión, la incapacidad del capitalismo de garantizar bienestar, justicia y vida digna a millones de mujeres y hombres que todos los días con su trabajo mueven al país. La crisis humanitaria global gestada por el capitalismo nos exige construir otra forma de sociedad, que asegure una vida digna y derechos laborales y sociales plenos a toda la humanidad: luchar por la instauración del socialismo/comunismo es más urgente que nunca.
Sin embargo, las fuerzas burguesas intentan restaurar la legitimidad del capitalismo, se transmutan de liberales y demócratas a fascistas, de socialdemócratas de izquierda a derecha, o viceversa, el objetivo es el mismo: perpetuar la explotación capitalista y el saqueo imperialista.
Al otro lado, las clases populares en América Latina han propinado derrotas importantes a las fuerzas burguesas y aliadas del imperialismo por medio de la combinación de formas de lucha: movilizaciones de masas, propuestas electorales y parlamentarias, incluso propuestas comunitarias y territorios de defensa popular.
La lección es clara: la clase trabajadora no debe dejar espacios vacíos, debe aspirará a ocupar las calles, los centros escolares, los barrios y los espacios parlamentarios, de no hacerlo la burguesía los ocupará para restablecer su dominio. Si los comunistas dejamos espacios vacíos, si renunciamos a priori a formas de lucha que podrían ser, no solo radicales, también eficaces, si los comunistas no exponemos nuestras propuestas políticas, nuestro programa, y luchamos abiertamente, la restauración del orden capitalista amenazará con ser más violento, expoliador y opresivo para los millones de trabajadores y trabajadoras.
Sabemos que las crisis del capitalismo abren situaciones revolucionarias, pero también sabemos que “no toda situación revolucionaria termina en una revolución”. Para que una situación revolucionaria termine en una revolución, -decía V.I. Lenin-, se requiere de acciones políticas, de “la organización, concientización y de un extraordinario vínculo de los partidos revolucionarios con las masas, y de la capacidad de explotar la crisis, en beneficio de una revolución victoriosa”. Ni el virus, ni la crisis tumbarán al capitalismo. Solo una táctica que nos permita desarrollar más organización, conciencia política y un estrecho vínculo con las masas, es decir un proceso de acumulación de fuerzas revolucionarias, permitirá avanzar en la construcción del socialismo.
La acumulación de fuerzas
La carencia de un partido proletario y la gran fragmentación organizativa en que se centra la clase trabajadora impidió que esta enfrentará la nefasta administración de la pandemia y defender de forma eficaz sus derechos, las organizaciones y sectores de la clase trabajadora enfrentaron la coyuntura de manera aislada y fragmentada. En el movimiento comunista debemos asumir autocríticamente que no estamos a la altura de la lucha de clases, nos encontramos aislados, fragmentados y nuestra influencia es marginal. El gremialismo de la clase trabajadora y demás sectores populares, dificulta, que por sí mismos, presenten un proyecto nacional que represente los intereses generales de la clase trabajadora.
En este escenario surge la obligación de los comunistas de trazar una táctica que nos permita pelear de forma eficaz contra la burguesía, el capitalismo-imperialismo, y por la conquista del poder político. Esta táctica en el actual periodo de acumulación de fuerzas significa construir el partido comunista, fusionado a la clase trabajadora para luchar por el poder.
El marxismo leninismo, la estrategia, la táctica, y el programa, son los pilares ideológicos para construir al MIR como germen del partido comunista, avanzar en la construcción del MIR como partido revolucionario y comunista de alcance nacional, con capacidad de luchar por la conquista del poder político y con ello sumarse y fortalecer a las fuerzas de América Latina y del mundo que luchan contra el imperialismo.
La táctica de acumulación de fuerzas consiste en construir una fuerza política proletaria capaz de disputar el poder a la burguesía, lo que implica la construcción del partido comunista y desarrollar el grado de conciencia de clase, la combatividad y organización de la clase trabajadora para enarbolar la lucha política y disputar el poder político.
La estrategia y táctica establecen y compactan la línea política de la organización, es decir, establecen las líneas de acción en la lucha política, junto a los principios del marxismo -leninismo y la lealtad a la causa proletaria; combaten la dispersión, desarrollan y fortalecen la disciplina, la capacidad de dirección y la formación teórica y política de la militancia. La acertada estrategia y táctica son pilares para la construcción de la organización mediante una ardua campaña el reclutamiento, la creación de nuevos comités y espacios de inserción en el proletariado.
Además de construir el partido comunista, debemos construir un polo proletario, un frente político con diversas fuerzas que adopten la táctica y el programa mínimo. La táctica busca fortalecer y ampliar nuestra política de alianzas con fuerzas políticas proletarias y revolucionarias dispuestas a salir de las acciones y demandas inmediatistas, que no logran romper con el aislamiento político en que se encuentran las fuerzas comunistas. El objetivo táctico a mediano plazo es construir una fuerza política de izquierda proletaria y revolucionaria, que aparezca en el escenario político nacional como alternativa a todas las fuerzas burguesas.
La táctica pretende superar el periodo político en que se encuentra la clase trabajadora, caracterizado por el dominio de luchas por reivindicaciones, de resistencia, el movimientismo y el abandono de la lucha por la conquista por el poder político y la instauración de un gobierno de la clase trabajadora. Lo cual se complementa con la subordinación político electoral a las fuerzas liberales y socialdemócratas burguesas.
En términos políticos esta situación se ha perpetuado debido a: i) la fragmentación de la clase trabajadora; ii) el control charril de contingentes estratégicos de trabajadores formales; iii) la desunión política de los contingentes organizados; iv) el tacticismo y el electoralismo que subordinan a la clase trabajadora a los partidos y programas burgueses, y; v) el atraso político y la inmadurez de las organizaciones comunistas.
Se requiere combatir la fragmentación y heterogeneidad política, que se desarrollan sí; debido a las distintas condiciones objetivas de trabajo, distintos niveles de tradición de lucha y diferentes grados de pauperización, etc., pero también a la ausencia de una propuesta política de alcance nacional que logre aglutinar y organizar en torno a un programa y táctica proletaria.
La táctica pretende ampliar el vínculo con las masas de trabajadores, por lo que se requiere de una amplia labor de agitación y organización. Sobre todo, de la inserción en los espacios proletarios a partir de una táctica complementaria: la táctica sindical.
En términos ideológicos la táctica pretende elevar el nivel de educación de la clase trabajadora, para motivarla a hacer política proletaria. Desarrollar la consciencia para que los conflictos de la clase se lleven al terreno de la disputa por el poder político: pasar de la defensiva a la ofensiva. Es decir, la táctica debe de superar los estrechos márgenes a que se ha condenado la lucha de la clase trabajadora, solo a la resistencia, a luchas reivindicativas y sectoriales, debe de fomentar la lucha por la instauración de un gobierno de la clase trabajadora.
Programa contra programa
En el actual periodo de acumulación de fuerzas, reconocemos la necesidad de enarbolar un Programa Mínimo que describa el programa de lucha inmediata de nuestra organización partidaria, el cual establece la plataforma política, económica y cultural.
El llamado es urgente, obliga a construir una propuesta programática política abiertamente proletaria, que claramente se diferencie del discurso hipócrita y falso de los partidos burgueses y logre convertirse en referente político en lo inmediato.
Para ello, la táctica central en el actual momento histórico de acumulación de fuerza para el proletariado se presenta bajo la disputa de programa contra programa.
La táctica “programa contra programa” implica superar las consignas y reivindicaciones sectoriales, y presentarlas como un proyecto de gobierno. No basta con decir que queremos seguridad, educación o salud pública, se requiere de crear iniciativas legislativas o de gobierno que sean impulsadas por las fuerzas que suscriban la campaña. Es por ello necesario exponer las demandas populares en dimensiones legislativas y como propuestas concretas de un gobierno popular y proletario.
Si bien, seguimos luchando irrenunciablemente por el socialismo, en este momento, al no haber una situación revolucionaria, es necesario dar respuesta a las demandas democráticas y populares de las masas, a partir de un programa mínimo que vinculé las demandas de las clases trabajadoras, campesinos, mujeres, indígenas, estudiantes, jóvenes, intelectuales progresistas y patriotas, con la instauración del socialismo.
Es necesario, exponer nuestro programa mínimo, agitar en torno a las propuestas de los comunistas para cada problema concreto que lacera al pueblo trabajador con el objetivo de convencer al pueblo de que hay más opciones políticas y acumular fuerza. La propuesta se sintetiza así: enfrentar al programa de restauración burguesa de la 4T o de la ultraderecha contra el programa de democracia proletaria y popular. El objetivo político es demostrar los límites de la democracia burguesa y la superioridad de los programas proletarios en perspectiva comunista.
La táctica de programa contra programa implica disputar políticamente el gobierno, siempre bajo el principio de la independencia política del proletariado, es decir, sin subordinación a las fuerzas burguesas.
Es necesario disputar políticamente y acumular fuerza a la par que avanzamos en las conquistas democráticas del pueblo por medio de luchar por el gobierno, pero sin perder el horizonte, sin olvidar que en el capitalismo es imposible llevar las reivindicaciones democráticas hasta las últimas consecuencias.
Nuestro programa recupera las demandas más sentidas del movimiento popular en los últimos 30 años (cancelar las reformas estructurales y crear leyes que representen los intereses de la clase trabajadora). Es decir, parte de un análisis del estado de ánimo de las masas y las expone en consignas concretas.
La combinación de las formas de lucha
La táctica implica la combinación de formas de lucha, incluida la lucha electoral. En este sentido, la táctica pretende que el proceso de acumulación de fuerzas aproveche el escenario electoral como instrumento que nos permita hacer difundir nuestras ideas, aprovechando de manera revolucionaria todos los medios legales en beneficio de la preparación del proletariado para la revolución socialista.
Debemos combatir el apoliticismo que se ha convertido en una trampa ideológica impuesta por la burguesía a la clase trabajadora. La consigna es: es necesario disputar políticamente el gobierno.
Debemos aprovechar los medios legales en beneficio de la preparación del proletariado para la revolución socialista; una enorme batalla ideológica, la alfabetización política, politización, hacer consciente a las masas de trabajadores y trabajadoras. Es por ello que la lucha electoral como el resto de las formas de lucha son posibles, Lenin afirma en “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo” que:
“la participación en las elecciones parlamentarias y la lucha en la tribuna parlamentaria es obligatoria para el partido del proletariado revolucionario, precisamente para educar a los elementos atrasados de su clase, precisamente para despertar e ilustrar a la masa aldeana analfabeta, ignorante y embrutecida. Mientras no tengáis fuerza para disolver el parlamento burgués y cualquiera otra institución reaccionaria, estáis obligados a trabajar en el interior de dichas instituciones, precisamente porque hay todavía en ellas obreros aturdidos por el clero y por la vida en los rincones más perdidos del campo. De lo contrario, corréis el riesgo de convertiros en simples charlatanes”
Decimos que la táctica implica la combinación de las formas de lucha porque debemos de ser capaces de combinar la lucha electoral, parlamentaria, con la lucha por la autonomía y el movimiento de masas. Con lo cual se intenta recuperar la experiencia del pueblo trabajador, pero también ubicando su pertinencia histórica.
Como leninistas sabemos que todas las formas de lucha son válidas, pero que estas deben aplicarse a partir de la ubicación histórica concreta, es decir, en función del estado de ánimo de las masas, del grado de organización y conciencia del proletariado revolucionario y de la capacidad de la vanguardia de dirigir a las masas por su emancipación, por ello, no renunciamos a las movilizaciones de masas, a las luchas por las autonomías o incluso por la construcción y defensa de policías comunitarias, pues estas han sido las principales formas de lucha de las masas. Pero se trata de proyectar estas luchas a dimensiones más amplias, es decir a que todos estos esfuerzos desemboquen en la lucha por el poder político.
Necesario construir un escenario de dualidad de poderes.
Reconocemos que el problema central de toda política revolucionaria es el problema del poder. Nuestra estrategia se fundamenta en la tesis marxista-leninista de la teoría de la dualidad de poderes, como un momento de asedio recíproco entre las fuerzas aliadas de la burguesía y las fuerzas aliadas del proletariado. La dualidad de poderes expresa una agudización de las contradicciones de clase, una polarización de la correlación de fuerzas, además de condición necesaria para realizar el quiebre que permita instaurar un Estado Socialista.
En ese sentido, nuestra táctica presente de acumulación de fuerzas plantea y aterriza la unidad de dos tareas estratégicas: 1. La construcción de organizaciones de masas con independencia de clase y; 2. La disputa por la hegemonía (triunfo ideológico, cultural, político y organizativo) como condición para disputar de forma eficaz el poder durante una situación pre-revolucionaria. Es decir, nuestra táctica sindical y táctica de acumulación de fuerzas están pensadas al calor de la dialéctica entre “guerra de posiciones” (ganar espacios y territorios) y “guerra de movimientos” (de confrontación directa con el Estado burgués).
Como marxistas-leninistas entendemos que el poder revolucionario debe contar con que la clase trabajadora, única portadora del cambio revolucionario, haya desarrollado la necesidad de la lucha, la conciencia de su situación, su arto reconocimiento como clase y su conciencia de clase, además de la capacidad, la organización y los instrumentos para imponer sus intereses de manera permanente a los capitalistas. Asimismo, asumimos que para su concreción necesita desarrollarse desde sujetos reales y sobre todo desde espacios económicos: por esta razón, las experiencias de poder proletario y popular cobran particular fuerza revolucionaria cuando surgen desde el campo asalariado de las y los trabajadores, ya que sus resistencias amenazan directamente la reproducción y acumulación del capital a pesar del mencionado contexto generalizado de flexibilización, precarización y tercerización del trabajo en el mundo.
Comprendemos que la dualidad de poderes es una teorización que sirve para situaciones prerrevolucionarias y tenemos que ver cuáles son las situaciones prerrevolucionarias o potencialmente revolucionarias que se vivieron o se están viviendo en nuestro país. Por lo que sólo en momentos de ascenso del movimiento proletario y popular de construcción de poder de clase, realmente estamos rozando en condiciones de eso y además de forma muy efímera, muy coyuntural y con la seguridad de un nuevo repliegue.
Aunado a la consideración de que la burguesía no descansa. Por otra parte, suscribimos la tesis marxista-leninista de que es necesario tomar al pie de la letra la idea de que la emancipación de las y los trabajadores es obra de los propios trabajadores. Y que pese a lo determinados y valientes que sean los militantes revolucionarios, éstos no hacen la revolución en lugar de la mayoría de la población. Al reconocer a las instituciones de poder de la clase dominante y sus estructuras, no nos limitamos al poder “gubernativo”; dado que buscamos el poder del Estado. En el entendido de que en definitiva el poder popular, el poder de la clase trabajadora, tiene que constituirse en poder de Estado.
Desde esa perspectiva, el programa mínimo que a continuación se expone, se entiende como medidas inmediatas que permiten construir islotes que más temprano que tarde van a chocar con el poder del océano de la burguesía. De igual manera, es concebido bajo la proyección de formar contrapoderes que se estabilicen como dobles poderes, hacia un poder popular que debe terminar siendo un Estado socialista. Dichas experiencias de doble poder o contrapoderes de las y los trabajadores, de auto-organización (por centros de trabajo, barrios y territorios) junto a la ocupación de posiciones en el marco de la democracia burguesa y la inevitable confrontación consiguiente con la contra-revolución, se perfilan como coordenadas posibles para un proceso revolucionario en las actuales condiciones sociales y políticas. Es viable considerar que en los últimos años se abre un contexto de posibilidad, cuando el Estado entra en una crisis de representación, las y los trabajadores a partir de la construcción de espacios organizativos propios se desarrolle su inteligencia política para aprender a gobernarse a sí mismos y haga frente al poder de la burguesía, aprendiendo asimismo a resolver los grandes problemas sociales por cuenta propia desde una perspectiva proletaria. En ese marco, la participación de un polo proletario, con fuerza política que pueda configurarse como un bloque electoral que sólo en la medida en que esté anclado profundamente en su capacidad de organización y bases construidas por trabajadores, sea un espacio más que se sume a la construcción de poder de clase a través de la difusión y procuración del programa mínimo.
Ello sin perder el principio marxista-leninista que la posibilidad de revertir la correlación de fuerzas en favor del proletariado sólo es posible a partir de la iniciativa directa de las masas populares desde abajo, y no únicamente desde la ley promulgada por el poder legislativo. Finalmente, entendemos que sin hacernos ilusiones cortoplacistas de un quiebre socialista y revolucionario es pertinente apostar a la edificación de espacios de construcción y acumulación de fuerza (en centros de trabajo, barrios, territorios y participación electoral) que fortalezcan, sumen y modifiquen la actual correlación de fuerzas. Aunque sea de forma molecular y progresiva, asumiendo que hay coyunturas donde ese proceso paulatino puede volverse un salto hacia adelante.
Las tareas y orientaciones generales
Bajo la propuesta táctica de acumular fuerzas por medio de la confrontación del programa proletario contra los distintos programas burgueses, hoy las tareas concretas son:
- Poner las acciones para construir una poderosa prensa proletaria en el centro de nuestra actividad política y como una prioridad urgente. Particularmente, reactivar la edición del periódico central que permita desarrollar la educación política de la clase trabajadora, la organización y la compactación ideológica de la militancia del MIR
- Emprender arduas campañas de agitación para dar a conocer nuestro programa: foros, mítines, pláticas, conferencias, pegas, pintas, mesas de debate, producciones audiovisuales, campañas informativas en redes sociales.
- Impulsar la creación de comités populares y proletarios del MIR en distintos espacios: barrios, escuelas, universidades, sindicatos, centros laborales, sectores sociales, etc.; organización de base que asuma e impulse la táctica de programa contra programa con vistas a disputar el gobierno.
- Impulsar alianzas políticas con organizaciones políticas, sindicales y sectoriales que estén dispuestos a avanzar hacia la lucha política, siempre bajo el principio de la independencia política de clase.
- Perfilar la táctica para la disputa electoral del 2024, con el objetivo de presentar candidatos independientes o la creación de un partido con registro estatal. (Es necesario realizar talleres informativos para conocer los lineamientos legales).
¡Por la unidad de la clase trabajadora, venceremos!