Yo nunca lo vi, más allá de una pantalla. Nunca cruce una palabra con él. Nunca lo saludé. Nunca intercambiamos ideas. Estoy seguro que el Mijis nunca supo de mi existencia. Pero siempre me pareció una agradable personificación de lo que el pueblo organizado puede llegar a construir.
Después de casi un mes de incertidumbre, se confirmó la muerte de Pedro César Carrizales Becerra alias “el Mijis”.
Cuando en el 2018 saltó a la fama mediática, su personalidad contrastaba con todo. No hubo en la Coalición Juntos Haremos Historia un personaje más a la izquierda que Cesar. No había ningún candidato o candidata con un sobre nombre más enigmático y chusco. Un eufemismo léxico, que sustituía a la contracción “mijo” (mi hijo) que a Cesar le disgustaba.
“El Mijis” era la contra parte no solo de toda la fauna política, sino de la misma coalición que lo candidateó como diputado local en San Luís Potosí. Fue la fresca antítesis de la Cuarta Transformación. La cara opuesta a los Monreal, los Ebrard, las Lili Téllez, los Delgado y más pesos que inclinan la balanza de Morena a la derecha.
Su forma de vestir, su modo de hablar, de expresarse corporalmente, todo era ajeno a la idiosincrasia de la mal llamada, política nacional. Pero sobre todo sus reflexiones eran las que lo hacían distinguirse de propios y extraños, mismas que le hicieron grajearse enemigos, pero también conquistar múltiples conciencias.
“Las iniciativas no se hacen atrás de un escritorio. Se hacen viendo las necesidades de la gente”, respondió en una entrevista con Sabina Berman, ante la pregunta de la escritora.
No fue un autoproclamado revolucionario comunista. Pero sus ideas, sus posturas, eran más congruentes y certeras que muchos revolucionarios que atestan las redes sociales con sus “análisis profundos”.
Entendía el papel de la política y la importancia de ponerla al servicio de su comunidad: “Yo no voy a la política para hacer billete, voy a servir”.
Era puntual en definir a sus aliados y enemigos. “El pueblo es la gente de pie, la que vive las necesidades, la que todos los días lucha por mejorar su entorno y el de su familia.” Y ante una pregunta directa de Berman con la que le increpó: “¿yo soy del pueblo?”, Cesar respondió sin titubear: “Sí. Usted no se sirve de nadie, es su trabajo la que la ayuda”.
Así, en una frase, daba una clase magistral de teoría política.
Inmerso desde hacía 18 años en el activismo, fundó el Movimiento Juvenil Popular para trabajar con chavos en situación de calle. Recorrió el país en bicicleta y la organización ganó un premio internacional.
Tuvo un pasado complicado, y como todos, cometió sus errores. Por ejemplo, fue operador político del PRD y del entonces Convergencia (ahora el clasista Movimiento Ciudadano).
Durante su campaña como diputado, se enfrentó a todo. Lo amenazaron, lo secuestraron. “Yo hice mi campaña a salto de mata”, comentó en una entrevista.
Sin embargo, siempre fue claro en su papel: “Darle la voz a los que no han sido escuchados”.
Hasta la Victoria Siempre, querido Cesar.