Esta de moda entre los defensores de la 4T caracterizar a la oposición de izquierda comunista como “izquierda de cafetín”. El concepto no es de cuño propio, fue popularizó en el 2015 por el entonces vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, en su ponencia del II Encuentro Latinoamericano Progresista realizado en Quito, Ecuador.

García Linera lanza el concepto “izquierda de cafetín” contra las ONGs y los anarco-comunitaristas que critican un supuesto neo desarrollismo extractivista de los gobiernos progresistas en Bolivia o Ecuador. Entre los intelectuales que cuestiona Linera se encuentran Raquel Gutiérrez, Silvia Rivera Cusicanqui, Raul Zibechi y John Holloway. La historia no demoró en demostrar las múltiples erratas políticas de esta izquierda infantil, ya que su obstinado recelo contra Evo Morales los llevo a negar el Golpe de Estado de 2019, omitiendo o subestimando el papel injerencista del imperialismo, de la OEA, del infame Luis Almagro y los gobiernos títeres de Washington en Brasil y Argentina, así como de las burguesías criollas de América Latina. Los anarco-comunitaritas culparon a Morales y García Linera del Golpe, incluso lo caracterizaron como un “levantamiento popular”.

Sobre el tema que nos ocupa, la utilización del término “izquierda de cafetín”, los apologetas de la 4T lo lanzan indiscriminadamente, descontextualizando y transportando mecánicamente la polémica esgrimida por Linera a Mexico. Sin embargo, una pequeño ejerció sobre el contenido de la ponencia del exvicepresidente nos daría luces sobre a quién o quiénes les queda más las críticas.

“La izquierda perfumada, que observa el fragor de los procesos desde el balcón, un café o la televisión, es una izquierda bien remunerada, es una izquierda que se horrorizan del lenguaje guerrero y del olor de la plebe en las calles… le incomoda el estruendo de la batalla y el desorden de una democracia de barricada… la verdadera y desbordante lucha de clase plebeya e indígena les resulta incomprensible… radicales de palabra y timoratos de espíritu… arrepentidos cómplices del pasado neoliberal…”

Reiremos, es claro contra quien esgrime la crítica García Linera: los académicos que pretenden instaurar por decreto el Buen Vivir, el anarco-comunitarismo y mucha de la izquierda posmoderna. Pero, si hiciéramos un esfuerzo por caracterizar a una fuerza política en México a partir de esas palaras ¿Quiénes serían?

¿No instauró MORENA en su gobierno a la misma burocracia perfumada del pasado, una burocracia bien remunerada cuyos miembros han descalificado la “intransigencia” del movimiento de masas? ¿No es el mismo AMLO quien ha descalificado la lucha del magisterio democrático señalando que son provocadores?

¿No fue la izquierda morenista la que se horrorizó cuando Pedro Salmerón calificó de valiente las acciones guerreras de los jóvenes de la Liga Comunista 23 de septiembre que secuestraron al explotador Eugenio Garza Sada en 1973? ¿No es el gobierno morenista de la CDMX quien encapsula y criminaliza a sectores del movimiento feminista? ¿No es MORENA un reciclado de militantes del PRI, PRD o PAN, de arrepentidos cómplices del pasado neoliberal? ¿No fue Mario Delgado, dirigente nacional de ese partido, firmante del Pacto por México en 2012?

Los opinólogos 4T acusan a la izquierda comunista de ser una de “cafetín”, de “no entender” la 4T, y cuando lanzamos críticas al gobierno de AMLO, responden con los mismos argumentos que los bernstenianos lanzaban contra Lenin: dogmáticos, ortodoxos, nuncios de papa. Pero por mas que se esfuercen en negar lo que son, por medio de descalificaciones a la izquierda comunista, no pueden ocultar los orígenes ni su filiación ideológica: ser herederos de la izquierda socialdemocracia, reformista y conciliadora con la burguesía y el imperialismo.

La socialdemocracia de Eduard Bernstein, del renegado Kautsky, la misma que traicionó y asesino a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. La tradición socialdemócrata del eurocomunismo que bajo el pretexto del supuesto autoritarismo soviético renuncio a la revolución y ensalzó liberalismo en oposición a la dictadura del proletariado.

La tradición de MORENA es la socialdemocracia infiltrada en el movimiento comunista, que, bajo el influjo del eurocomunismo, demolieron en 1981 el histórico Partico Comunista Mexicano, diez años antes de la caída de la URSS, y que por ello fueron premiados con puestos de gobiernos y acceso al presupuesto público. La misma que vio con mejores ojos al nacionalismo revolucionario del PRI que al Partido de los Pobres. Los mismo que traicionaron a Lucio Cabañas, que se conformaron con la democracia abstracta permitida por el neoliberalismo.

No es casual que muchos de los intelectuales apologetas de la 4T, sean los mismos que en su juventud criticaron el socialismo realmente existente. Esos intelectuales y académicos “anti dogmáticos” que cuestionaban los manuales soviéticos por ser vulgares, que fustigaban el culto a la personalidad a Lenin y se desmarcaban del supuesto autoritarismo Soviético y verticalismo del PCUS, pero que hora aplauden airosos los panfletos y vulgatas del presidente como si fueran las nuevas revelaciones teóricas; son los mismos que practican un culto ridículo a la figura AMLO y convenientemente obvian el autoritarismo que supone la militarización del país y son omisos ante los métodos antidemocrático al interior de su partido, que impuso a sus dirigencia por acción de los tribunales en clara sustitución de sus bases

Morena representa a la socialdemocracia que le rinde culto y trata como héroes y mártires a Efigenia Martines, Porfirio Muños Lledó o Cuauhtémoc Cárdenas, que reivindican la tradición timorata de Francisco Madero. Esta izquierda está bien representada por Mario Delgado y Ricardo Monreal, que ante la presencia del fascista-franquista Santiago Abascal, se limitaron a desmarcarse del comunismo o parar un pronunciamiento contra VOX en el Senado de la Republica.

MORENA es la expresión más clara de esa izquierda que es radical de palabra y timoratos de espíritu, para usar las palabras de García Linera. Ha decretado estridentemente el fin del Neoliberalismo y se han autoproclamado protagonistas una transformación social de igual calado y profundidad que la Independía, la Reforma y la Revolución, pero han dejada intactos los acuerdos comerciales que subordinan a nuestra nación al imperialismo, la misma que ha continuado la militarizado del país; la misma que en 2001 voto en contra de los acuerdos de San Andrés; la misma que metió a la Policía Federal a las instalaciones de la UNAM en el 2000 para acabar con la huelga estudiantil; la misma que, pese a estar en el gobierno, no le interesa modificar las causas estructurales de la gran desigualdad social que se expresa en 50 millones de trabajadores en condiciones de pobreza y en un 1 por ciento de la oligarquía que concentra el 30 por ciento de la riqueza nacional

No son diferencias estratégicas o táctica lo que diferencian a la tradición socialdemócrata de MORENA con la izquierda comunista, nuestra diferencia radica en el carácter de clase de su proyecto político. Los “progres” de la 4T son, lo quieran o no, una de las muchas formas de la socialdemócrata restauradoras del capitalismo, es decir son la cara buena de la burguesía.

Nosotros, nuestra tradición por el contrario reivindica el asalto al Cuartel Madera, a Lucio Cabañas, nos reconocemos herederos del radicalismo magonista. Y sabemos que la violencia del pueblo es legitima en cuanto es la repuesta a la ilegitima violencia de la minoría explotadora. Somos comunistas en cuanto reconocemos la lucha clases y la necesidad histórica de la dictadura del proletariado, ya que es la única manera de luchar de forma eficaz contra el capital. Somos comunistas porque, como lo diría Itzvan Meszaros, se requiere de “una alternativa socialista radical… una alternativa estratégica viable al modo de control metabólico social capitalista”.

Somos de otra estirpe: el realismo épico de los comunistas.

La negativa de combatir radicalmente al capitalismo e imperialismo, y por tanto a la burguesía, hacen que la historia de la socialdemocracia de derecha o izquierda, desde 1914 sea la historia de las traiciones a los pueblos, de la claudicación y renuncia a la emancipación de la clase, y en el mejor de los casos una historia de derrota y fracaso en sus intentonas de compartir o reformar al capital.

La nueva y vieja socialdemocracia en Mexico, la autodenomina progresista, tiene ante sí, los derroteros de su pasado; su anteposición entre lo posible y deseable no es sino la reformulación del oportunismo reformista de Eduard Bernstein, expuesto claramente desde 1889 en Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia.

Por eso, ser comunista hoy es un acto no solo de honor ante la historia, como lo apunta José Saramago, sino sobre todo un acto de realismo épico, que asume que la verdadera transformación social y por tanto la destrucción del capitalismo implica una batalla frontal contra la lógica incontrolable y destructiva del capital, contra la burguesía que es mil veces más poderosa que la clase trabajadora, contra el imperialismo y sus formidable aparato cultural y militar.

Este realismo épico implica asumir que no está de moda ser comunista, que no otorga estatus, empleo o reconocimiento académico; que, por el contrario, implica segregación, escarnio, mofa y burla de aquellos que, aunque no lo digan, nos temen, ya sea porque representamos realmente a sus enemigos de clase o porque exhibimos su reformismo servil al capital.

Sabemos, como lo diría Fidel Castro, que son tiempos difíciles y que en “los tiempos difíciles el número de vacilantes aumenta; en los tiempos difíciles —y eso es una ley de la historia— hay quienes se confunden, hay quienes se desalientan, hay quienes se acobardan, hay quienes se reblandecen, hay quienes traicionan, hay quienes desertan. Eso pasa en todas las épocas y en todas las revoluciones. Pero también en los tiempos difíciles es cuando realmente se prueban los hombres y las mujeres; en los tiempos difíciles es cuando se prueban, realmente, los que valen algo. Los tiempos difíciles son la mejor medida de cada cual, del carácter de cada cual, del coraje y el valor de cada cual, de la conciencia de cada cual, de las virtudes de cada cual y, sobre todo, de las virtudes de un pueblo; y las virtudes patrióticas y revolucionarias no le faltaron ni le faltarán jamás a este pueblo”.

El realismo épico del comunista nos permite saber que estamos en desventaja, que es imposible ganar en estas condiciones, pero que, por nuestro carácter, coraje, valor y conciencia nuestro destino es vencer. Vencer debe ser nuestra aspiración, debe nutrir nuestros sueños, vencer debe despertar nuestras pasiones y ser nuestro oxígeno. Para el realismo épico de los comunistas no hay más opción que vencer porque, parafraseando a Fernández Retamar, sabemos que la humanidad se juega la muerte.

El realismo épico conque los comunistas refrentamos la lucha de clases es radical y eficaz, porque sabemos que, de no lograr la epopeya de destruir al capitalismo y al imperialismo, la humanidad está en peligro de extinción, o por la destrucción de las condiciones naturales necesarias para su reproducción o porque la guerra imperialista representaría un punto final. Por ello, ser comunista hoy no es para descorazonados ni para espíritus mezquinos, no es para acomodadizos ni para transigentes.

Nuestra tradición es otra muy diferente a la socialdemocracia. No somos hombres y mujeres que se atemorizan ante los hechos consumados, no renunciamos y claudicamos en un afán pragmático o realista, justo como lo hace la tradición socialdemócrata. Nuestra tradición y herencia es de otro tipo, somos realistas de otra estirpe, nuestra convicción esta dictada por la máxima guevarista de ser realistas y exigir lo imposible, porque de lo posible, como denuncia Silvio Rodríguez, se sabe demasiado.