Marco Andrade

La historia está marcada no solo por los hechos que suceden a través del tiempo, sino por los procesos de los cuales estos forman parte y que tienen como base el régimen económico y la estructura social sobre la que se asientan. Analizar los hechos puede responder a preguntas como el qué pasó y cómo pasó, mientras que analizar los procesos responde a la cuestión de por qué pasó.

En el caso de la represión a los estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, los hechos están más o menos claros. Respecto al proceso en medio del cuál se perpetró el crimen, las cosas parecieran no ser muy claras. Si se examinan los hechos y el proceso en su conjunto se podría llegar a algunas conjeturas entre las cuales se encuentran, por ejemplo, que FUE EL ESTADO el responsable de tan atroces actos, lo cual trataremos de explicar en este breve análisis. 

LOS HECHOS.

La noche del 26 de septiembre del 2014 se vivió uno de los actos más atroces que se recuerden en la historia moderna de México, un crimen de lesa humanidad que hasta el día de hoy sigue impune. Aquella noche, estudiantes de la normal rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa fueron atacados brutalmente por diversas fuerzas policiacas que contaron con la colaboración del ejército y del crimen organizado en el municipio de Iguala, Guerrero.

Todo comenzó cuando los estudiantes intentaban hacerse de transporte para asistir a la conmemoración del 2 de octubre en la CDMX. Cabe mencionar que la retención y uso temporal de autobuses era algo recurrente por parte los normalistas, por lo que no se esperaba la respuesta que hubo por parte de la policía de Iguala y otras corporaciones policiacas. Según varios testigos y sobrevivientes todo parecía normal, habían salido de la central camionera con 5 autobuses con rumbo a la carretera que los llevaría de regreso a Ayotzinapa. Sin embargo, fueron interceptados por la policía municipal quienes cerraron el paso a los estudiantes y abrieron fuego directo contra los autobuses donde viajaban, los cuales circulaban por el municipio y sus periferias, esto a pesar de que los estudiantes estaban desarmados. En ataques simultáneos, son asesinados al menos 3 normalistas y tres civiles, además de que resultaron heridas más de 40 personas entre estudiantes, periodistas y civiles, esto según datos de testigos e investigaciones Paralelamente es que ocurren los hechos de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas.

Ante la situación, el gobierno mexicano intentó por todos los medios minimizar lo hechos. Lo primero fue deslindarse, para lo cual responsabilizaron a la policía de Iguala que había actuado coludida con el crimen organizado, todo esto bajo el mando del presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca, llegando incluso a alterar declaraciones de los policías municipales para incriminarlos y omitiendo la participación tanto de la policía estatal y federal como del ejército. Según los reportes oficiales, fueron los policías municipales quienes desaparecieron a los 43 normalistas de Ayotzinapa, entregándolos al grupo criminal “Guerreros Unidos”. 

Trataron de dar carpetazo al asunto, pero la movilización social causada por la indignación de los hechos y la presión que llegó desde fuera del país obligó al gobierno federal a seguir en el caso. 

Con testigos fabricados, presuntas detenciones y declaraciones alteradas, el gobierno mexicano de Enrique Peña Nieto decidió imponer la “verdad histórica”. La supuesta investigación se centró en los 43 normalistas desaparecidos, llegando a la conclusión de que los normalistas habían sido quemados y sus restos óseos triturados por miembros de los “Guerreros Unidos” en un basurero de Cocula, pasando el estatus de los normalistas de “desaparecidos” a “muertos”. Nadie creyó esta versión, sobre todo porque estaba construida sin pruebas periciales o científicas que la respaldaran, siendo rápidamente refutada por investigaciones paralelas como las del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y las del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), quienes analizando los hechos llegaron a la conclusión de que se trató de un “Crimen de Estado”, en el que participaron de manera coordinada policías de todos los niveles (municipal, estatal, ministerial y federal) y el ejército, ya sea por acción u omisión, además del crimen organizado, en donde se llevaron a cabo ejecuciones extrajudiciales, tortura de personas y desaparición forzada (Fazio, 2016). 

EL PROCESO.

Hay que entender que no basta con examinar los hechos, dado que esto nos dejaría en el plano sensorial y se verá al hecho sin su esencia. La percepción de los hechos debe darse a través del análisis del proceso histórico y social del que forma parte un hecho, partiendo de la formación económica social establecida, es decir, del grado de desarrollo de las fuerzas productivas y su contradicción con las relaciones sociales de producción, y las tensiones emanadas de esta relación que se expresan en la agudización de la lucha de clases.

Así, los hechos de la “noche de Iguala” ocurren dentro de un proceso histórico y social determinado. Se trata del proceso correspondiente al capitalismo en su fase monopólica transnacional: el neoliberalismo. A grandes rasgos, el neoliberalismo se caracteriza por el control de los medios de producción a manos del capital extranjero (empresas transnacionales), el desarrollo descomunal de las fuerzas productivas, el aumento en la producción de bienes de consumo y exportaciones, la desvalorización de la fuerza de trabajo (alta demanda de empleo y salarios bajos), la intromisión del capital financiero dentro de la economía (especulación bancaria), privatización acelerada de bienes públicos, entre otras ( (Movimiento de Izquierda Revolucionaria, 2018). 

Todo esto hace que el desarrollo de las fuerzas productivas no corresponda a las relaciones sociales de producción: se tiene una sociedad cada vez más injusta y desigual donde el 1% de la población mundial acapara la mayor parte de la riqueza (82%), donde las y los trabajadores son despojados de sus derechos, donde las mayorías no tienen acceso a servicios básicos como educación, salud, vivienda. Se abre pues una época de revolución social.

Y es en este escenario que actúan los normalistas de Ayotzinapa como víctimas. Fundada en 1926, la normal rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero formará parte de un proyecto educativo que heredará luchas sociales de la Revolución Mexicana como el derecho a la educación y el reparto agrario, por lo cuál estará estrechamente vinculada con las comunidades y las luchas populares en el Estado de Guerrero. Durante el cardenismo, las normales rurales fueron un bastión para el desarrollo de la “educación socialista” que buscaba garantizar el acceso a la educación para la población mexicana que, en su mayoría, vivía en el medio rural. Cuando el Estado Mexicano comenzó con el proceso de industrialización del país en los años cuarenta (proceso correspondiente al capitalismo monopólico estatal) y se olvidó del campo, ahí estuvieron las y los normalistas rurales para protestar. Lo primero que hacen las y los normalistas rurales es integrarse a organizaciones estudiantiles como la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), fundada en 1935, y la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), constituida en 1963. Después participaron activamente en los movimientos populares que se dieron en los años cincuenta y sesenta, incluyendo el convulsivo 1968. Cuando la lucha legal llegó a su límite, desde el ceno de las normales rurales surgirían movimientos armados que pondrán en jaque al Estado mexicano durante los años sesenta y setenta, destacando nuevamente la normal de Ayotzinapa donde uno de sus egresados, Lucio Cabañas Barrientos, encabezó un movimiento armado campesino conocido como el Partido de los Pobres (PDLP), que junto a su brazo armado la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA) combatieron contra el autoritarismo del Estado Mexicano en Guerrero y por la defensa de derechos sociales. Al final el Estado arrasó con los movimientos armados con base en una guerra de baja intensidad que incluyó guerra psicológica y el terrorismo de Estado ejercido contra la población, dejando cientos de personas asesinadas, miles de personas torturadas, y otros cientos de personas desaparecidas (Coll, 2015).

En medio de este proceso de revolución social que se vivió en los años sesenta y setenta es que se da el viraje del capitalismo monopólico estatal al capitalismo monopólico transnacional. Las normales rurales siguieron siendo criminalizadas, sufriendo constante represión y hostigamiento por parte del Estado Mexicano. Aun así, las y los normalistas siguen de pie, resistiendo los embates y luchando no solo contra la represión y denostación constante, sino contra la imposición del modelo neoliberal en la educación (que conlleva un proceso de tecnocratización, mercantilización y privatización), contra las reformas estructurales, contra la reducción de su presupuesto y de su matrícula, contra la amenaza de que se cierren las normales. 

Aún con todo esto, las normales rurales como las de Ayotzinapa siguen estoicas, gallardas, por lo cual es comprensible que el Estado Mexicano se empeñe en desaparecerlas. Generan incomodidad, coraje entre las clases dominantes al no poder deshacerse de ellas, representan al “enemigo” y tal vez todo esto pueda explicar, en parte, aquella noche del 26 de septiembre del 2014. 

¡FUE EL ESTADO!

La misma base estructural sobre la que se asientan los hechos y los procesos es la que la configuración al Estado. Como bien apunta Vladimir I. Lenin, citando a Friedrich Engels en “El Estado y la Revolución”, el Estado es un producto de la sociedad al llegar a determinada fase de desarrollo, un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a mantenerlo dentro de los límites del “orden”, surgiendo precisamente con la intención de conciliar las contradicciones y antagonismos en la sociedad. Se trata pues de un órgano de dominación de clase, un instrumento burocrático-militar de violencia organizada para la opresión de una clase por otra. 

El Estado es el representante del poder político en la sociedad, no puede representar y defender a la sociedad en su conjunto puesto que este poder reside en las clases dominantes y no en el gobierno que lo ejerce. Así, bajo el capitalismo en cualquiera de sus fases, la clase dominante (burguesía) buscan defender sus intereses, es decir, la posesión de la propiedad privada de los medios de producción y circulación, por lo cual el Estado burgués tiene por función garantizar y perpetuar la explotación de la clase explotada (proletariado). Para perpetuarse en el poder, las clases dominantes recurren a la creación de la fuerza de Estado (Poder público): fuerzas armadas, cuerpos policiacos, cárceles, etc. que resultan instrumentos fundamentales de dominación y se fortalecen a medida que se agudizan los antagonismos de clase dentro del Estado (Lenin, 1997). 

En este sentido, cobra fuerza una de las consignas más fuertes emanadas de la movilización social que se originó a raíz de “la Noche de Iguala”: ¡FUE EL ESTADO! Después de todo, las fuerzas policiacas y el ejército como perpetradores del crimen actuaron de acorde a su papel en la sociedad: defender y resguardar los intereses de la clase dominante de “enemigos” tanto externos como internos, y los normalistas de Ayotzinapa, como ya se dijo, son “enemigos” muy incomodos. 

Es un hecho, lo ocurrido en la Noche de Iguala fue un crimen de Estado, tal como el 2 de Octubre (1968), el Halconazo (1971), la guerra contra los movimientos armados (años sesenta y setenta), la represión contra el EZLN (años noventa), la matanza de Acteal (1997), Atenco (2006), la guerra contra el narco (2006-2012), la matanza de Tlatlaya (2014), la masacre en Nochixtlán (2016), Arantepakua (2017) y tantas otros casos donde la policía y el ejército violaron derechos humanos, asesinaron, torturaron y desaparecieron forzadamente personas, por lo que esto no es más que una expresión del poder político que se ha configurado bajo el capitalismo, específicamente en su fase monopólica transnacional, y a lo cual se le conoce como terrorismo de Estado, que no es otra cosa que uno de los rostros del Estado burgués, definido como la violencia política ejercida desde el Estado contra todo aquel que entre en la categoría de “enemigo”, además de ser utilizada para amedrentar a la población a través de diversos mecanismos represivos como encarcelamiento, exilio, persecución, vigilancia, desaparición, ejecución, usando una política de terror sistemático que opera clandestinamente por fuera de todo marco legal (Adamoli & Flachsland, 2010).

A pesar lo anterior, no hay que ver al Estado Burgués como un Estado fallido como intentan hacer ver algunos intelectuales y medios de comunicación. Al contrario, como ya se demostró, la violencia sistemática ejercida por el Estado contra la población es parte fundamental de su estrategia para mantener en el poder a las clases dominantes. Finalmente, con actos como los de “la Noche de Iguala”, el Estado burgués neoliberal cumple con sus tareas esenciales: a) Coerción y represión de las luchas sociales; b) Cambios en los marcos jurídicos internos para la extraterritorialidad de las guerras del imperio o la protección de sus fronteras e intereses estratégicos; c) Rescate de los capitalistas en las crisis recurrentes y cada vez más profundas. Así, Estado se fortalece en gran medida los aparatos represivos que por naturaleza son violadores de los derechos humanos. Tampoco hay que verlo como un narcoestado. Finalmente, el problema del narcotráfico es un problema estructural, un negocio que deja sumas ganancias y mueve gran cantidad de dinero que se traduce en poder político-social, vinculándolo al capital financiero transnacional. De la misma manera, el narcotráfico es utilizado como mecanismo de control de la sociedad actuando como fuerzas paramilitares, fungiendo como un arma de dominación político-militar imperialista. Donde hay recursos que se puedan explotar (petróleo, gas, minerales estratégicos, agua dulce, etc.) y/o focos de resistencia popular, ahí aparece el “demonio” del narcotráfico (López y Rivas, 2015).

 Ahora bien, el Estado no solo es opresión y coerción, es todo un complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no solo justifica y mantiene su dominio, sino que también logra obtener el consenso activo de los gobernados. Gramsci señala que el Estado es un educador que dirige al conjunto de la sociedad por medio de construir un tipo específico de Sociedad Civil (hegemonía ejercida a través de la iglesia, los sindicatos, las escuelas, entre otras organizaciones, etc.) guardando un equilibrio con la sociedad política (dictadura).  Con esto se refuerza la idea de que las clases dominantes no solo dominan por la fuerza, sino que dirigen cultural, moral e ideológicamente al conjunto de las clases, logrando así legitimar su dominación (Gramsci, 1999). 

CONSIDERACIONES FINALES.

A 7 años del crimen de lesa humanidad cometido por el Estado mexicano contra los normalistas de Ayotzinapa, es necesario mantener las consignas vivas. ¡FUE EL ESTADO! No solo por el accionar conjunto de las fuerzas policiacas, el ejército y el crimen organizado de forma coludida y coordinada en los crímenes cometidos la noche de Iguala contra los normalistas, sino también por las ideas difundidas respecto a los normalistas, mostrándolos como un lastre social, parásitos, entre otras ideas difundidas en los medios de comunicación hegemónicos; ¡NI PERDÓN, NI OLVIDO! Porque no solo los hechos sino el proceso debe permanecer en nuestra memoria colectiva. No olvidemos qué paso y el cómo pasó, ni tampoco por qué pasó. ¡JUSTICIA! No solo para los 43 normalistas desparecidos sino para el resto de las víctimas del terrorismo de Estado, tanto los de aquella noche de Iguala como el resto de víctimas que ha dejado la guerra de baja intensidad emprendida por el Estado Mexicano contra la población desde la instauración del capitalismo. 

Por otra parte, la agitación social que se generó luego de los hechos en la Noche de Iguala y el brutal accionar de las fuerzas del Estado mostraron no solo el descontento generalizado, sino que también el Estado parece ya incapaz de mantener el consenso en la sociedad, intensificándose la coerción y represión contra la población, en este caso, contra los normalistas. Los hechos de Iguala fueron la gota que derramó el vaso en una sociedad cada vez más polarizada ante el crecimiento de las contradicciones en la base material. Este fue uno de los motivos por las que hubo una transición en el gobierno mexicano, permitiendo el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia. Esto junto a otros factores como la pandemia en la que nos encontramos, terminó por desmovilizar a la sociedad. 

Finalmente hay que decir que el Estado burgués neoliberal se muestra ya como inviable. La enorme desigualdad e injusticia que provoca, junto a la constante represión y coerción a la población en general y a los movimientos sociales como el de Ayotzinapa en particular, nos obliga a repensar como sociedad sobre nuestro futuro.  Por supuesto, la caída del capitalismo no será una acción espontánea, sino que debe concretarse con la organización de ese descontento y hartazgo social que se mostró con las movilizaciones por Ayotzinapa. Se lo debemos a los 43 normalistas desaparecidos, el seguir luchando por lo que ellos luchan: una sociedad más justa y equitativa para todas y todos. 

Referencias

Adamoli, M. C., & Flachsland, C. (2010). Pensar la dictadura. Terrorismo de Estado en Argentina: preguntas, respuestas y propuestas para su enseñanza. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.

Coll, T. (enero-febrero de 2015). Las Normales Rurales: noventa años de lucha y resistencia. El Cotidiano(189), 83-94. Recuperado el 24 de septiempre de 2021, de https://www.redalyc.org/pdf/325/32533819012.pdf

Fazio, C. (2016). La “verdad histórica” oficial desnudada por expertos de la CIDH. En N. Gil, & M. Suárez, Cuadernos de Ayotzinapa. Ejercicios de memoria colectiva. (págs. 15-26). Tolouse: Ombú éditions.

Gramsci, A. (1999). Cuadernos de la Carcel. Tomo 5. México: Ediciones Era.

Lenin, V. I. (1997). El Estado y la Revolución. Madrid: Fundación Federico Engels.

López y Rivas, G. (2015). Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos. Manuales, mentalidades y uso de la antropología. Guatemala: Universidad de San Carlos. Recuperado el 25 de Septiembre de 2021, de http://polidoc.usac.edu.gt/digital/cedec10803.pdf

Movimiento de Izquierda Revolucionaria. (09 de Agosto de 2018). La situación actual: capitalismo contemporáneo. . Obtenido de MIR México: https://mirmexico.mx/2018/08/09/la-situacion-actual-capitalismo-contemporaneo/