–David Morán R.

La pandemia por COVID-19 es un problema multidimensional como lo ha sido el modelo económico neoliberal y el capitalismo que ha incrementado las tasas de explotación y la pauperización de la clase trabajadora a la que imposibilita acceder a una vida digna a la vez que profundiza en las crisis estructurales de forma cíclica. Lo anterior junto con la aplicación de las medidas de confinamiento en nuestro país desde el mes de marzo, ha representado un desastre para la vida de millones de trabajadores y sus familias. Dicho en otras palabras, la salud pública una complejidad tal que requerirá de un trabajo de muy largo alcance que implica a la economía, la política y el control de enfermedades crónicas como a continuación se enuncia.

En nuestro país 50 millones de personas viven en la pobreza (CONEVAL, 2018), de las cuales se ha estimado para este año un aumento 11 puntos porcentuales en pobreza extrema (un total de 15.5%) y de 5 puntos en desempleo (de 8.1 a 13.5%) durante el 2020 (Laurel, 2020). Además 20 millones de mexicanos con falta de acceso a los servicios de salud (CONEVAL, 2018), que implica una ausencia o mal tratamiento y seguimiento médico de enfermedades preexistentes y de nueva aparición; la falta o disminución de acceso a la canasta y servicios básicos (12 millones de mexicanos carecen de acceso al agua potable), así como una desestabilización en los mecanismos de adaptación a nivel biológico en cada individuo, es decir, un aumento en la carga y cronicidad del estrés. Esto aunado a la conversión hospitalaria y la concentración de buena parte del personal de salud para atención de pacientes COVID-19 han sido elementos que explican, por ejemplo, que haya existido un 55% de aumento de mortalidad por enfermedades agudas y crónicas entre los meses de marzo y junio, según lo expresado por el Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades (Cenaprece) (Laurel, 2020).

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Friedrich Engels, del cual celebramos 200 años de su aniversario y aporte al conocimiento de la humanidad, escribió en 1876 que el trabajo es mucho más que al aporte de riqueza, es además “la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al ser humano”. En este mismo sentido trabajos en el campo de la medicina han estimado el impacto que tiene el trabajo como proveedor de recursos materiales y de bienestar psicosocial a través de la actividad física y mental, el contacto social, la autoestima y la estructuración del tiempo (Creed P & Bartrum D, 2006 ). Por otro lado la falta de empleo incrementa el estrés, como ya se ha dicho, y con ello la frecuencia de desórdenes en el estado de ánimo (Johadas), comportamientos autodestructivos y adicciones, así como autolesiones y un incremento en la frecuencia de enfermedad coronaria (infartos cardiacos) (Chiara Ardito, 2016), e incremento de la susceptibilidad a otras enfermedades por un estado de inflamación crónica subyacente (Danese A, McEwen BS, 2012, Albamonte L. 2017)

Además el presente contexto ha trastocado de forma evidente el funcionamiento a nivel familiar. Se estima un notorio aumento de la violencia doméstica ya que las llamadas al 911 para dicho tema superaron las 26 mil en marzo, mes en el que inició el estado de confinamiento en nuestro país (Periódico La Jornada, 25 de abril de 2020), superando con ello las 21, 678 totales del año 2019, con un aumento del 60% de violencia en contra de las mujeres, como lo dio a conocer Juliette Bonnafé, integrante del equipo de ONU Mujeres en México en julio pasado. En este mismo nivel se puede estimar un aumento de los denominados Eventos Adversos de la Infancia (EAI), que son eventos de la etapa infantil variables en su severidad, entre los cuales no solo están las injurias como el abuso sexual o físico como se ha concebido anteriormente el maltrato a los infantes, también es presenciar el maltrato hacia la madre, el no contar con suficiente comida y la existencia de adicciones dentro del núcleo familiar. Dichos eventos representan más que una agresión limitada a un periodo, son una cicatriz en el organismo de la persona que los padece pues les vuelve más proclives a presentar distintas enfermedades cardiovasculares, metabólicas e inmunológicas, y a perpetuar el ciclo del abuso y los comportamientos destructivos.

El 22 de diciembre se dio a conocer en el diario La Jornada que nivel nacional hay una ocupación hospitalaria del 46 por ciento, con niveles altos de ocupación en la Ciudad de México con 85 por ciento, y el estado de México con 78 por ciento, con una letalidad alta en la población general (entre un 9 y 12%, según datos aportados por la UNAM) y con más muertos dentro del personal de salud en un solo país (1,320 de 7 mil a nivel mundial según un comunicado de Amnistía Internacional en su sitio de internet www.amnistia.org.mx, el 3 de septiembre). En este sentido, es de especial interés realizar una comparativa con los padecimientos del año pasado con lo reportado por la Secretaría de Salud el pasado 21 de diciembre. Resulta que la enfermedad por SARS-Cov-2 ha rebasado el número de muertes por Diabetes Mellitus (DM2) (CIE-10: E10-E14) reportadas en nuestro país en el 2019; 102 mil de DM2 en ese año vs. 113 mil por COVID-19 confirmado con prueba positiva (CIE-10: U07.1 COVID-19), es importante señalarlo ya que la DM2 solo era superada en cuanto a número de defunciones por las enfermedades del corazón (CIE-10: I00-I13, I20-I45, I47-I51) y junto con los tumores malignos representaron las tres principales causa de muerte en 2019 en México.

Aunque el reporte del total de defunciones por padecimiento aún no se ha dado a conocer, la letalidad de la infección por SARS-Cov-2 aunado a un contexto de alta tasa de enfermedades degenerativas, como la obesidad (con una prevalencia de 72.5% en la población de 20 años o más) que es un padecimiento ligado a complicaciones metabólicas, cardiovasculares y es un indicador de riesgo para los pacientes con COVID-19 en México, además de los altos índices de marginación recuerda a la etapa de peste y hambre enunciado en el concepto de transición epidemiológica de Abdel Omran en 1971.

Bibliografía:

1.-. Laurell A (2020). Las dimensiones de la pandemia de Covid-19. EL TRIMESTRE ECONÓMICO, vol. LXXXVII (4), núm. 348, octubre-diciembre de 2020, pp. 963-984. doi: 10.20430/ete.v87i348.1153

2.- Explanations for deteriorating well-being in unemployed people: Specific unemployment theories and beyond. Peter A. Creed and Dee Bartrum. School of Applied Psychology and Menzies Health Institute Queensland Griffith University, Gold Coast, Australia. 2006

3.- Albamonte, L. P. (2017). Experiencias Adversas de la Niñez y Fortalezas Familiares durante la Niñez y su relación con Factores de Riesgo para la Salud.

4.- Danese A, McEwen BS. Adverse childhood experiences, allostasis, allostatic load, and age-related disease. Physiol Behav [Internet]. 2012;106(1):29–39. Available from: http://dx.doi.org/10.1016/j.physbeh.2011.08.019

5.- Engels F. El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Die Neue Zeit, Bd. 2, N° 44, 1895-1896. 1876.

6.- inegi/Secretaría de Salud-Dirección General de Información en Salud, con base en lasdefunciones de 2019 del Subsistema Epidemiológico y Estadístico de Defunciones, con corte el 20 de abril de 2020.

7.- Diario La Jornada, jueves 22 de diciembre de 2020.

8.- Instituto Nacional de Salud Pública. Informe final de resultados medio camino. Encuesta Nac Salud y Nutr Medio Camino 2016. 2016; 2016:47–50.