María Diaz
Las olas del feminismo
El feminismo está en ascenso, tal es su influencia que ya escuchamos voces que de manera abierta señalan que estamos en plena Cuarta Ola. Si nosotras entendemos por Ola feminista como una irrupción de movilizaciones y movimientos, así como una creciente presencia en el debate público de sus diferentes reivindicaciones y tendencias (feminismos), podemos señalar, con razón, que esto es así.
Aunque existen diversos criterios para dividir o periodizar el desarrollo histórico del movimiento feminista, en específico su caracterización en olas, una primera aproximación es la siguiente:
La Primera Ola, surge en el Siglo XVIII, en plena Revolución Francesa, con la reivindicación de las mujeres que exigían gozar de las promesas de igualdad que la Ilustración y las revoluciones democrático-burguesas hicieron. Aquí resalta la obra teórica y política de Olympe de Goauge, Mary Wollstonecraft y Flora Tristán.
En la Segunda Ola se pueden distinguir dos tendencias que, aunque confluyen en temporalidad y en algunas reivindicaciones, se diferencian por el contenido de clase y la perspectiva histórica:
La primera tendencia de la segunda Ola tiene como un hecho importante el manifiesto Declaraciones de los Sentimiento Seneca Falls de 1848, el cual exigía el derecho al voto para las mujeres norteamericanas, aunque se expresa con mayor fuerza en el movimiento sufragista en Inglaterra y Estados Unidos a finales del Siglo XIX y principios del XX. Sus principales representantes son Lucrettia Mott, Elizabeth Cady Stanton, Emmeline Pankhurst y Emily Davison, por mencionar algunas.
La segunda tendencia aparece con la irrupción de las reivindicaciones de las mujeres por derechos laborales y su vinculación al movimiento obrero, socialista y comunista. Los antecedentes se encuentran en los grandes movimientos obreros de mujeres y en los análisis sobre el papel del trabajo femenino en el desarrollo del capitalismo de Carlos Marx y Federico Engels. Unos de sus momentos emblemáticos se dan con la II Conferencia Internacional de las Mujeres Socialistas de 1910, y con las demandas de las mujeres obreras en la Revolución Rusa de 1917, así como, en la instauración del primer Estado Socialista. Clara Zetkin, Alexandra Kollotai, Rosa Luxemburgo e Inesa Armand son de las principales teoricas de esta tendencia.
Mientras que, la Tercer Ola aparece en la década de los 60 del Siglo XX. La característica de este momento es que se dio continuidad y se profundizó en muchos lugares la lucha por los derechos civiles para las mujeres y derechos laborales para las obreras. Además, de que se acompañó con nuevas reflexiones que abarcaron la salud sexual, los derechos a la diversidad sexual, el derecho al aborto y el reconocimiento del propio cuerpo, los cuestionamientos sobre el papel subordinado, dominado y explotado de la mujer bajo el racismo, imperialismo y colonialismo. También existieron tendencias claramente anticapitalistas, así como una visión que a partir de categorías marxistas plantearon una crítica a esta corriente y afirmaron que la contradicción principal se encuentra en la división sexual entre hombres y mujeres. En este periodo se da una gran aparición de corrientes de pensamiento; solo por mencionar algunos está el feminismo radical, el de la diferencia, los feminismos indígenas, el feminismo negro, etc.
En la actualidad estas demandas han reaparecido. No sólo porque algunos de los derechos de las mujeres sólo se reconocen formalmente, ya que existen condiciones materiales que impiden su realización -como la marginación, pobreza, etc.-, o porque aún hay derechos pendientes por conquistar o incluso porque han sido arrebatados por el ascenso de fuerzas conservadoras en los Estados burgueses modernos. También y fundamentalmente, porque en última instancia, las reivindicaciones democráticas e históricas de las mujeres proletarias, trabajadoras racializadas e indígenas son incompatibles con el capitalismo.
La Cuarta Ola aparece así, como un momento en que las nuevas generaciones de mujeres jóvenes se sienten atraídas por los feminismos porque explican su condición de mujer, hija, madre, trabajadora, indígena, negra, pobre, y sobre todo por las herramientas que ofrecen para hacer más dignas sus vidas, y en muchos casos para resistir y luchar contra diferentes expresiones de opresión creadas por el capitalismo y del Estado burgués.
Sobre el feminismo que necesitamos
¿Qué tipo de feminismo necesitamos? ¿Qué es el feminismo para nosotras? ¿Cuáles son las características que éste tiene? Más aún, ¿Qué características debería tener para ser una verdadera herramienta de transformación histórico-social y emancipación de la mujer?
Contemporáneamente el feminismo que domina la esfera del debate público: el feminismo liberal-burgués o pequeñoburgués. El cual consiste en plantear al feminismo como una búsqueda por el reconocimiento igualitario entre mujeres y hombres, la repartición del poder entre estos y la eliminación de las brechas existentes, el control de las mujeres sobre su propio cuerpo, etc. El feminismo liberal burgués supone que es posible la emancipación de la mujer dentro de los límites de la sociedad capitalista, se encuentra fuertemente arraigado en las ONGs, Asociaciones Civiles, en las instituciones gubernamentales o incluso en el mundo académico.
Sin embargo, a lo largo de la historia del feminismo, muchas corrientes dentro del movimiento han señalado las profundas limitaciones u omisiones de las concepciones del feminismo liberal, debido a que las bases de las que parte, lo hacen incapaz de eliminar radicalmente las diferentes formas de opresión, discriminación y explotación, que las mujeres viven en cotidianidad. El feminismo liberal omite que la opresión patriarcal está inherentemente vinculado al capitalismo, es parte de una totalidad histórico social capitalista que no puede ser fragmentada y que, por tanto, no se puede acabar con él sin acabar con el capitalismo.
Así las mujeres obreras de las maquiladoras no pueden entender la emancipación y eliminación de su opresión como mujeres, sin considerar la explotación a la que están sometidas. La dictadura que la máquina ejerce sobre los ritmos y movimientos del cuerpo de la obrera (y del obrero), hacen de la idea del control y empoderamiento sobre el propio cuerpo una aspiración inalcanzable en el capitalismo. Para los millones de mujeres proletarias que trabajan en la precarizada industria textil, en el mundo invisibilizado del trabajo doméstico y de cuidados, como esclavas sexuales o víctimas de la trata, la posibilidad de participar en la repartición del poder está impedida por su condición de clase.
De la misma forma, para las mujeres indígenas es difícil hablar de eliminar la opresión si no se considera el fin del saqueo y explotación que el colonialismo y el imperialismo imponen sobre sus vidas y sus comunidades.
Por su parte, en las recientes movilizaciones contra el racismo en los Estados Unidos se ha visibilizado que la discriminación de la comunidad afroamericana no es un error aislado en el sistema de justicia americana, sino que el sistema mismo es el problema, ya que está construido con base en la racionalización de los criterios de justicia de las instituciones del Estado. La violencia estatal racista es estructural a la fuerza policial, porque, como diría Angela Davis, el racismo está inherentemente vinculado al capitalismo. Es un error creer, como lo hace el feminismo liberal, que podemos combatir la opresión de las mujeres afros por medio de acciones o esfuerzos individuales, pues parte del error de asumir que podemos combatir el racismo y dejar el capitalismo.
La guerra, la pobreza y el cambio climático impulsan verdaderos éxodos de personas que buscan condiciones para sobrevivir. Sin embargo, en distintas partes se ha desatado una fuerte oleada de discriminación contra las poblaciones migrantes a las que erróneamente se les responsabiliza por las condiciones de precariedad laboral y superexplotación de las que sólo se benefician las patronales. El capitalismo aprovecha la condiciones de las mujeres migrantes, obreras, indígenas y racializadas, sometiéndolas a dobles y triples cargas de trabajo, demostrando que las tareas de los cuidados son un problema de clase, raza y condición migratoria, que el feminismo liberal omite, en muchos casos.
¿Se puede eliminar la opresiones y explotación de las mujeres en el capitalismo, cuando éste se ha construido a partir de la explotación de los pueblos? ¿Podemos creer, ingenuamente, que la modificación legal de una ley por aquí y otra por allá puede darnos como resultado la emancipación social de las mujeres?
Esta situación no sólo expone las limitaciones del feminismo liberal, también demuestra los límites del feminismo separatista pequeñoburgués. ¿Acaso las mujeres migrantes pueden separar su lucha de las poblaciones de migrantes que apenas sobreviven en condiciones laborales y de vida profundamente precarias? ¿Qué respuestas da el feminismo pequeñoburgués a las políticas migratorias de las fuerzas de centro o demócratas-liberales que utilizan a los militares y al ejército para contener a la gente que busca escapar del horror que representa la violencia y la pobreza de los pueblos del tercer mundo?
Para muchas mujeres la visión separatista (proveniente de un feminismo conocido como “radical”) simplemente es incompatible con sus formas de organizar sus vidas; un claro ejemplo es el caso de las mujeres indígenas, afrodescendientes u obreras; para quienes la construcción de un mundo libre de opresión y explotación pasa por una visión comunitaria, anticolonial y anticapitalista, cuyas luchas las unen en la práctica con los hombres que padecen los mismos sufrientes.
El feminismo hoy, en esta Cuarta Ola, debe ser una herramienta de transformación radical de la sociedad capitalista, no un mecanismo que ayude a que nuestras opresoras y explotadoras también tengan rostro de mujer.
El feminismo frente a las fuerzas políticas en disputa
El mundo vive una época de convulsiones y de crisis de las alturas, causada por las propias lógicas del sistema capitalista. En este contexto político convulso se desarrollan las acciones del movimiento feminista de la Cuarta Ola. Sin embargo, ante él se levanta un movimiento conservador y reaccionario que busca arrebatar el terreno ganado.
Las autoras de un Manifiesto para un feminismo del 99%, caracterizan a estas fuerzas conservadoras en dos polos principales.
Primero, el populismo reaccionario, de cuyo ejemplo tenemos una clara muestra en Trump o Bolsonaro y sus promesas dirigidas a amplios sectores de la población de élite racista, pero también a sectores populares que no han encontrado en las promesas del liberalismo alivio a su cada vez más difícil situación. A estos se les dice que el enemigo siempre es otro: extranjero, feminista, comunidad sexo diversa, a quienes se acusa de usurpar su trabajo y amenazar su moral.
Segundo, las fuerzas de centro o liberales que, aunque promueven “agendas a favor de los derechos humanos” no representan una verdadera alternativa a las problemáticas que las mujeres, migrantes, indígenas y personas racializadas. Todas pertenecientes a las clases trabajadoras cada día más precarizada. Muestra de ello, nos dicen las autoras, es como estas fuerzas políticas en el mundo han terminado respaldando una agenda antiinmigrante que claramente violenta los derechos humanos que dicen promover. A esta fuerza las autoras la denominan neoliberales progresistas. En última instancia esta caracterización representa sólo un esfuerzo por ubicar y señalar los discursos más populares en la escena política actual, la cual en la práctica siempre es, en suma, compleja.
La Cuarta Ola del feminismo no puede aislarse e ignorar el contexto histórico en el que se desarrolla, y de hecho en muchas partes, como en Brasil y Estados Unidos, ha impulsado fuertes críticas a las políticas más conservadoras y a los discursos de odio.
La Cuarta Ola del feminismo debe superar las falsas promesas que las fuerzas políticas de centro y liberales, que en última instancia no presentan una oposición firme y decidida contra el patriarcado-capitalista y al avance de las posturas más reaccionarias y retrogradas de la derecha conservadora, porque en los hechos no es parte de sus agendas
defender realmente los derechos de las mujeres de las comunidades sexo diversa, migrantes, racializadas e indígenas y de las mujeres trabajadoras.
La urgente necesidad de un feminismo socialista
Necesitamos un feminismo que cuestione radicalmente el capitalismo, pero también un feminismo de clase, popular, que impulse la unidad de géneros entre las luchas. Sabemos de la utilidad que tienen los espacios sólo de mujeres para impulsar nuestra reflexión, pero debemos entender que esto es algo diferente al separatismo que plantea que la raíz de la lucha feminista es la separación, política, afectiva y laboral de los hombres. El separatismo es una realidad, que puede ser aplicada solamente por ciertos sectores de mujeres pequeñoburguesas, generalmente blancas.
Nuestro feminismo debe ser un arma eficaz contra el capitalismo patriarcal, por eso no creemos que las mujeres obreras que sufrimos la dictadura de la máquina no debamos luchar junto a nuestros compañeros hombres en la línea de montaje por reducir o acabar con esa dictadura.
Creemos que las mujeres migrantes debemos luchar y organizarnos junto a aquellos que sufren una opresión en común por acabar con la discriminación por su nacionalidad. No creemos que estas mujeres deban sentir mayor solidaridad con las mujeres dueñas de los ranchos, fábricas o tiendas en las que trabajan sin derechos laborales y son explotadas.
Las mujeres indígenas en su lucha por la vida y su territorio contra el capital, requieren de una fuerza capaz de vencer al imperialismo y al colonialismo, por eso es indispensable que la resistencia sea comunitaria. La lucha contra el imperialismo que impulsa el extractivismo sobre las comunidades indígenas, el despojo de la riqueza natural de los pueblos, así como las guerras de saqueo, para beneficiar a una minoría no es una lucha sólo de las mujeres.
Nuestro feminismo debe cuestionar la visión punitivista y carcelaria que ve en el código penal la solución. Porque sabemos que la justicia no es neutral, y que ésta utiliza a los poderes represivos del Estado contra ciertas poblaciones racializadas y trabajadoras. Prueba de esto es lo que ocurre en Estados Unidos donde el sistema de justicia encarcela y literalmente esclaviza en las prisiones a la población negra y latina.
Lo vemos también en México, donde se documentan las redes políticas y empresariales involucradas en la industria de la pornografía infantil, la trata de personas y la violación sistemática de derechos laborales, comunales y humanos, sin que nada de esto implique una fuerte acción de la “justicia penal”. Mientras las élites impulsan y lucran con redes de pederastia y prostitución permanecen en la impunidad, los aparatos de Estado y el sistema penal se utiliza contra comunidades en resistencia, contras las más pobres y desprotegidas.
Queremos una sociedad que ponga en el centro el cuidado de la vida como una labor de todas y todos, para que ya no dependa de la expoliación de la vida de las mujeres, que cuidan la vida en un mundo que hace todo para destruirla.
Queremos un feminismo que nos permita trascender la democracia burguesa que nos dice que ésta consiste en elegir cada cierto periodo de tiempo a representantes que reproducen las condiciones en las que sólo se beneficia una minoría. Queremos una verdadera democracia, una democracia para las y los trabajadores, que nos permita decidir sobre todos los elementos de la producción y reproducción de la vida. Planificar nuestras economías para ponerlas al servicio de la población y del mejoramiento de sus condiciones de existencia.
Nuestro feminismo debe pronunciarse contra el exterminio de la naturaleza, pues de continuar con la lógica productiva capitalista ninguna vida será posible. Es por eso que nuestro feminismo es socialista, porque entendemos a éste como un Estado que se plantea una clara superación del sistema capitalista patriarcal. El feminismo socialista lucha contra un sistema que es incompatible con la vida humana, y en general con la vida animal y vegetal, porque su objetivo se centra en la ganancia y no le importa explotar a la población y expoliar a la naturaleza.
Hoy retomamos el llamado de Rosa Luxemburgo de Socialismo o Barbarie, pero sabemos, porque lo hemos aprendido, que la revolución que queremos no puede dejar para después nuestras demandas y por eso nosotras decimos convencidas que hoy la revolución que anhelamos también será feminista o no será.
Ante el feminismo liberal-burgués o pequeñoburgués, debemos luchar porque la Cuarta Ola del feminismo reivindique un feminismo de clase, de raza y de los pueblos, un feminismo anticapitalista, antimperialista y anticolonial, un feminismo proletario, un feminismo socialista.
El feminismo que necesitamos: crítica al feminismo liberal y pequeñoburgués
