Lenin Contreras
Introducción
El año pasado se conmemoraron los 100 años de la fundación del Partido Comunista Mexicano. Se realizaron foros, charlas, seminarios y coloquios para reflexionar, mayormente desde la academia, sobre el significado contemporáneo de este histórico hecho. Para los militantes comunistas la conmemoración de los 100 de la fundación del PCM nos motiva a analizar las lecciones, no solo de su desaparición. Es por ello que presentamos este breve análisis sobre las trágicas consecuencias que conllevó la renuncia al marxismo leninismo.
El abandono del marxismo
“Ni el PMS, ni yo somos marxistas” fueron las palabras de Heberto Castillo, candidato del Partido Mexicano Socialista, en su campaña por la presidencia de México en las elecciones de 1988, previo a la fusión con el Frente Democrático Nacional (Monodessi, 2017). El PMS se había fundado un año antes, como un esfuerzo que continuara con los trabajos para lograr la unidad entre las fuerzas de izquierda, trabajos iniciados con la desaparición del histórico PCM y la formación del PSUM en 1981.
La fundación del PSUM y posteriormente la del PMS, y el apoyo a la candidatura del NO marxista de Heberto Castillo, representó el punto de llegada de un proceso de claro abandono por parte del PCM, de los principios del marxismo en general y de la concepción marxista sobre la democracia en particular. Si bien esta renuncia puede rastrearse al intento por “adoptar” la ideología de la Revolución Mexicana de 1910 o a la lucha contra el supuesto “izquierdismo” del grupo de José Revueltas, sus tesis aparecen de forma clara en los congresos XIX y XX.
La disolución del PCM en el PSUM y el PMS, representó el triunfo de una política reformista que se gestó desde los años 40, que maduró hasta adquirir un papel visible en el XIX Congreso por medio de las tesis del “poder obrero democrático” y del “gobierno de coalición democrática”, tesis que se usaron para renunciar en los hechos a la lucha por la dictadura del proletariado, la revolución socialista y el marxismo.
El Marxismo y la democracia
El marxismo y el poder obrero democrático parecieran ser dos conceptos que por definición son armónicos. Sin embargo, un análisis más profundo evidenciaría las fuertes tensiones y contradicciones que subyacen entre ellos, tensiones que en última instancia expresan dos tradiciones diferentes del pensamiento político socialista.
El marxismo como posición teórico-política, en su acepción más ortodoxa y por tanto más rigurosa y precisa, aparece asociado de forma inherente a la lucha y aspiración de construir la dictadura del proletariado por medio de la conquista del poder político. El concepto y programa de la dictadura del proletariado, aparece en el pensamiento marxista en 1850, como resultado de las lecciones políticas que la clase obrera europea saca de la traición de los demócratas burgueses y pequeñoburgueses en los procesos revolucionarios iniciados en 1848 por toda Europa.
Marx expone el concepto tanto en su obra: La lucha de clases en Francia 1848-1850, como en El Reglamento de la sociedad universal de los comunistas revolucionarios en ambos casos para señalar que el proletariado debía aspirar a la conquista del poder político, pues es la única forma en que las masas obreras podrían acceder a sus reivindicaciones democráticas. En sintonía con Marx, V.I. Lenin dice que “marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado”.
El reconocimiento de la dictadura del proletariado no solo distingue al marxismo de las diferentes formas de “progresismos” burgueses, también lo hace de las posturas infantiles e izquierdistas de los anarquistas que niegan la necesidad de un periodo de transición entre el capitalismo y la instauración del comunismo, un periodo en que se debe instaurar un Estado que expresé la “dictadura revolucionaria del proletariado”, tal como lo expone Marx y Engel en 1875 en la Crítica al Programa de Gotha.
Sobre las reivindicaciones democráticas, agregaríamos que desde una concepción justa del marxismo no aparece como una etapa previa a la dictadura de la clase obrera, sino como parte de las tareas del proletariado revolucionario que sólo verán cumplir plenamente sus reivindicaciones democráticas si se conquista el poder político. Es por ello que una concepción desde el marxismo sobre la democracia implica comprenderla en su carácter dialéctico, es decir exponer su carácter de clase.
Sobre el poder obrero democrático y el marxismo
Barry Carr señala en su Crónica sobre el XIX Congreso del PCM, que las discusiones que concentraron el debate fueron la del concepto del “gobierno de coalición democrática” y el reemplazo del concepto de dictadura del proletariado por el de “poder democrático de los trabajadores” (Carr,1981). Sobre todo, porque el primero de ellos no era lo suficientemente claro, mientras que el segundo implicaba varias acepciones y significados. En este sentido, el autor de El movimiento obrero y la política en México señala:
“Pese a la posible polisemia de los conceptos, las resoluciones políticas del congreso contemplaron dichas modificaciones. De esta forma, la resolución cuatro, que trataba sobre La revolución y las perspectivas del desarrollo de la democracia, apuntaba que poder obrero democrático será el medio para lograr tal régimen […] Por su parte, la resolución cinco, sobre la Política de alianzas y la renovación democrática de México, establece que se permitirá entablar alianza con diversas fuerzas democráticas y de izquierda para lograr por un gobierno en el que participen representantes de los intereses de diversas clases y capas del pueblo trabajador, y en el que por primera vez tomen parte representantes revolucionarios de la clase obrera” (Ramos, 2011).
Al respecto del penúltimo congreso del PCM, MassimoModonessi señala que estos cambios ideológicos representaban un proceso en el que el perfil socialista del PCM comenzaba claramente a diluirse y en contraste aparecía como centro el tema de la democracia, lo cual era la expresión en parte de la crisis histórica que vivían los comunistas mexicanos (Monodessi, 2011).
Mas adelante regresaremos al tema sobre si el XIX Congreso es el punto de partida, intermedio o de llegada de la disolución de la perspectiva socialista al interior del PCM y por tanto del marxismo, lo que quisiéremos resaltar es que el problema con la formulación: poder obrero democrático, es precisamente su ambigüedad.
Es importante señalar que la formulación del concepto de “poder obrero democrático”, se encuentra en sintonía con las tesis de la declaración de eurocomunistas del congreso de Berlín en 1975, donde los tres principales partidos comunistas de Europa Occidental impugnaron las tesis clásicas del marxismo leninismo y las sustituyeron por un lenguaje muy similar al reformismo formulado décadas atrás por el padre del reformismo, Edward Berstein.
Más allá de recordar las críticas a las deformaciones del “centralismo democrático” del enescinato o las críticas del supuesto totalitarismo soviético, al reemplazo del concepto de dictadura del proletariado por el de “poder democrático de los trabajadores” para impulsar un “gobierno de coalición democrática” (Carr, 1981), la hipótesis que queremos plantear es que la adopción de éstas implicó la maduración de una línea hasta la desaparición del PCM, cuya primera etapa si bien es cierto se encuentra en las consecuencias de la influencia del browderismo, la segunda, aunque con muchos matices sobre todo en cuanto a la administración del partido, aparece con el ascenso de lo que Revueltas denominó la línea de los demo-marxistas en el XIII Congreso Ordinario.
La expulsión de Revueltas y el temprano abandono del marxismo
La crítica tanto al oportunismo de derecha como a los demo-marxistas apareció de forma clara en la obra de José Revueltas, Ensayo de un proletariado sin cabeza. Ahí es donde el pensamiento marxista y dialéctico fustiga la ideología democrático-burguesa sostenida por la dirección del partido. Sobre todo, porque, para el autor de los Días terrenales, la táctica que supone la alianza con algún segmento de la burguesía evade el problema histórico real, de esta forma, dicha táctica, implica la renuncia a la independencia política de clase. Al respecto, Revueltas señala que el problema táctico no es el que aluden los falsos ideólogos proletarios, refiriéndose a las posiciones democrático-burguesas de la dirigencia del PCM, que se plantean como problema “a qué sector de la burguesía debe apoyar o combatir la clase obrera”, pues esta exposición, enfatiza Revueltas, ya se encuentra de por si alienada. El problema histórico real es responder la pregunta: “cómo debe la clase obrera ponerse a la cabeza del desarrollo, dirigirlo y arrastrar tras de sí a las demás clases de la sociedad mexicana susceptible de seguirlas” . De igual forma continua:
“El concepto de la independencia de la clase obrera, pues, se ha falsificado de mil formas en México por los impostores de la ideología marxista, pero no por azar, sino por un determinante histórico: la independencia proletaria constituye el punto clave, esencial, de las relaciones de clase en la sociedad mexicana contemporánea, y en su inexistencia se sustenta el papel dominante de la burguesía y su gobierno…”
Resulta relevante, por no decir profético, que la tesis de la enajenación histórica del proletariado mexicano y la falta de independencia política de clase obrera demostraron, nos parece, ser acertadas. La disolución del PCM, la fundación del PSUM, el PMS y del tristemente PRD, no sólo implicó abiertamente la renuncia del marxismo, sino también someter a la clase trabajadora completamente a la subordinación política de la burguesía justo en el momento donde el capitalismo avanzó con más furia y salvajismo.
A manera de conclusión
Podríamos decir que la renuncia a la independencia política que reiteraba la enajenación de la clase trabajadora por medio de las tesis de la revolución democrática sometió, en las palabras de Antonio Gramsci, a la hegemonía de la burguesía nacional a segmentos importantes del movimiento revolucionario, lo cual resulta por demás irónico, ya que los resolutivos del XIX Congreso pretendían lograr la hegemonía proletaria.
Lo que consideramos el temprano abandono del marxismo por parte del PCM, implicó que se disolviera incluso antes de la caída de la URSS. Lo que supone que la crisis del “marxismo” fue más aguda en México, pese a que el PCM pretendía subsanar las críticas a la Unión Soviética mediante el proceso de apertura y democratización del partido, mediante la adopción de las tesis del Eurocomunismo. Lo cual, evidentemente no funcionó, sino que, al parecer, fue contraproducente.
Bibliografía
Carr, B. (1981). Impresiones del XIX Congreso del PCM, 1981. Cuadernos Políticos, número 29, México, , 83-92.
Modonesi, M. (2017). La crisis historica de los comunistas mexicanos . En C. Iliades, Camardas: nueva historia del comunismo mexicano (págs. 301-347). Mexico: FCE.
Ramos, G. P. (24 de 08 de 2011). 1981: la disolución del Partido Comunista Mexicano. La Haine. Obtenido de La Haine: https://www.lahaine.org/mundo.php/1981-la-disolucion-del-partido-comunista
Revueltas, J. (1980). Ensayo sobre un proletariado sin cabeza . Mexico: Era.