Michel Quesada

“Hay, siempre hay, izquierdistas latinoamericanos que del susto palidecen: se tornan rosados.
Ni aquellos ni estos quieren que los asocien al Lobo;
pero igual, al final, si tocan, o pretenden tocar,
o podrían tocar algún interés del Sistema,
los guardianes gritarán: ¡es Lobo!
El más rojo será fusilado de inmediato, pero el rosado lo será después.”
Enrique Ubieta, 2019

Escenarios y batallas
La histórica verdad del contexto de América Latina radica en la lucha de los pueblos dignos contra el avance del imperialismo. Dos escenarios resaltan por la importancia y magnitud de la agudización de la lucha de clases. Chile, con más de un mes de lucha en contra de la privatización de la vida, cuyo camino los lleve al esclavismo; proceso que lleve al pueblo a superar la formas elementales de organización y posicionar a través de un instrumento unido las demandas del pueblo trabajador. Con más de un millón de trabajadores y trabajadoras en Santiago, y miles en otras ciudades, pusieron en alto a la clase obrera. Hicieron posible la profecía de Allende “…se abrirán de nuevo las grandes Alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.”


La situación hasta el día de hoy queda demasiado confusa, por un lado las masas exigen la creación de una nueva constitución que derroque las leyes de la dictadura, el método no es claro, diputados de distintos partidos han hecho su trabajo para tratar de institucionalizar el descontento y fijar un procedimiento que se aleja totalmente de la organización popular. Primero dicen, se implementará un plebiscito para valorar la “voluntad popular” sobre una nueva constitución y después vemos si se elige un nuevo constituyente o es el poder legislativo quien se asegurará de elaborar la carta magna. ¡Esto es una broma! Mientras que las y los chilenos han empezado a organizarse en lo cabildos populares o con otras formas de organización para la disputa, el régimen insiste en instrumentalizar y meter en la lógica del Estado toda forma alternativa para una nueva sociedad.


¿Qué situación quieren cambiar las y los trabajadores chilenos? La situación de miseria, de explotación y desposesión que vivimos todos los latinoamericanos a raíz del capitalismo, de la fase última de este sistema económico, el imperialismo y de su modelo de administración, el neoliberalismo. En Chile se está endeudado hasta con el de la tiendita, las pensiones son de miseria, y se ha privatizado toda felicidad del pueblo trabajador.


El segundo escenario está presente en Bolivia, hace unos meses, nadie imaginaba que un Golpe de Estado fuese posible en un país que tiene 13 años consolidando un proceso revolucionario rumbo al socialismo; pero, como pasó en Chile hace 40 años, sin la formación de un ejército revolucionario que llevase en su vida el alma del pueblo, se deja la puerta abierta para que el imperio asegure sus intereses. ¿Qué se esperaba del ejército que asesinó al Ché? Una enseñanza es clara: una revolución no culmina hasta que se imponga la dictadura del proletariado.


Observamos la guerra y con ella la exponenciación de la explotación y de la desposesión. En este marco, la reproducción del capital de la mano de la revolución de los medios de producción es diametralmente la apuesta del proyecto del imperio, sólo así entendemos que “la militarización de las fronteras de Argentina y Chile con Bolivia coincidió con la entrada de la corporación estadunidense Ensorcia Metals, a la que Buenos Aires y Santiago entregaron la fabricación de las baterías de litio, a diferencia de Bolivia, que tiene el mayor reservorio, y que creó una empresa estatal para su industrialización asociándose con empresas europeas, señala un grupo de investigadores de la red boliviana Marka Abia Yala.” (La jornada; 2019) Cuestión que para nada le pareció a EE.UU por afectar sus intereses económicos internacionales en medio de la competencia con China y Rusia.
Si cada escenario y cada batalla de la guerra imperialista están determinados a cada nación y a dos proyectos antagónicos e irreconciliables, sostenidos por dos clases beligerantes, la situación de América Latina configura un frente de guerra que es necesario volcar a favor de las y los trabajadores. Esta guerra que no quisimos y no pedimos ya nos llegó hasta la casa.


Así como las acciones para el combate y la lucha de nuevo salen a relucir con los pueblos latinoamericanos, también se tornan necesarias las categorías para aclarar el camino por donde andamos. “El posmodernismo pasa, el marxismo queda […] Las teorías van y vienen; lo que persiste es la injusticia[…] Ello se debe en gran medida a que el marxismo es mucho más que un método crítico; es una práctica política” refería Eagleton ya hace 3 años (2016), una crítica vigente a nuestro contexto y que reafirma Nestor Kohan (2019) en sus críticas a la “decolonial” Silvia Rivera Cusicanqui sobre la negación que la académica hace acerca del golpe de Estado en Bolivia: “La arremetida “poscolonial” y supuestamente “feminista” de Silvia Rivera, no es inocente. EL IMPERIO VIGILA, IDENTIFICA Y SABE PERFECTAMENTE A QUIEN ATACAR. Y habitualmente suele utilizar voces “progres” para desprestigiar al pensamiento antiimperialista de sus enemigos.”


Las batallas que las fuerzas de la historia están enfrentando en Nicaragua, El Salvador, Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina, Brasil, Haití y del otro lado del mundo en Palestina, Kurdistán e Irak, enfrentan un enemigo en común, el imperialismo, el capitalismo siendo brutal, rapaz y miserable. Al emperador no le importa la democracia, sólo la dominación; para entender esta guerra contra el pueblo hay que comprender la totalidad del fenómeno, relacionar la particularidad con la generalidad, entendernos en el conjunto de la lucha de clases.
La realidad latente es que la crisis del capitalismo está llegando a un punto de agudización de dimensiones casi insostenibles para el mundo, salarios de hambre, cambio climático, genocidios, enfermedades, etc. Como lo han sido siempre estas crisis de reacomodo y reproducción del capital, tienden a subsanar los costos a partir de la vida de las y los trabajadores y de la revolución de los medios de producción, lo que se traduce fácilmente en mayor desposesión y mayor explotación. El neoliberalismo siempre apuntó en este sentido, crear miseria en nuestro bando, para conseguir la mayor concentración de la riqueza en pocas manos, un mayor control político y la fragmentación de la clase obrera. Ese incremento en la presión que el capital ejerce sobre el trabajo reventó, las masas salen a la calle. Donde parece que ya no pueden existir peores condiciones, el imperialismo está proyectando todavía mayor desposesión y mayor explotación del pueblo trabajador. ¿Fin del neoliberalismo? Parece ser que así es, pero el rumbo no gira a la izquierda.
El neoliberalismo como modelo de administración del capital se está agotando, y el ajuste que debe hacer el imperialismo para que la crisis no acabe en revolución, lleva continuamente a la guerra.


La Guerra
Es claro que hay guerra, que la lucha entre los pueblos y el imperio se está desarrollando de la manera más cruel y hasta este momento, inédita. Así como ha cambiado la sociedad bajo el capital, así mismo han cambiado y embrutecido los medios para que éste subsista. La guerra, las guerras, la desposesión, el genocidio, los crímenes, como único medio para controlar la continua crisis económica se sintetiza en el binomio guerra-capital y debe de ser entendido en un mismo paréntesis, donde uno no puede existir sin el otro. Hacer más pobre al pobre, hacer víctima al vencido, convertir una fuerza viva en una masa inerte es el propósito ideológico y político del imperialismo, el aniquilamiento de los pueblos también implica la desaparición de su memoria, de su historia de lucha, de su carácter antagónico, de la esencia de clase.


Si entendiéramos la guerra en los términos del siglo XX estaríamos cayendo en un error. Todo ha cambiado para esta centuria, y el gran conflicto de la lucha de clases, también lo hizo; pero, al mismo tiempo, el fundamento, el corazón del imperialismo y su guerra persiste. A principios del siglo pasado Walter Benjamin reflexionaba que “…la guerra imperialista está determinada por la discrepancia entre los inmensos medios de producción y su insuficiente explotación en el proceso productivo […]. En lugar de canalizar los ríos, conduce la corriente humana hacia el lecho de las trincheras, en lugar de sembrar los campos desde sus aeroplanos, siembra bombas incendiarias en las ciudades; el gas venenoso encontró un medio para aniquilar nuevamente el aura.” La guerra imperialista, sigue por esencia la lógica misma del sistema económico capitalista, cuya calle en dirección única conduce a la dominación de una clase sobre otra, hasta el abismo. En la realidad concreta de hoy es mucho más visible esta pugna.


Para dilucidar la estrategia de dominación de la élite burguesa, de la oligarquía financiera transnacional, en su proyecto-mundo, en su proyecto-vida, en su proyecto-muerte, la guerra debe de ser entendida como violencia generalizada para el dominio de un adversario sobre otro, donde la inteligencia y la racionalización irrumpe sin la emoción. Sucede planificada a una escala colosal, donde los pueblos sentimos y sufrimos los efectos de ese fenómeno mundial y desde ese efecto, podemos incluso caracterizar las coyunturas políticas y económicas que devienen para las naciones.


Por lo tanto, si vemos que la guerra no arrasa con la producción de mercancías, con la propiedad privada y no se para el flujo del capital, se debe al desarrollo complejo que ha tomado la guerra y quien la lleva a cabo, la clase dominante sabe muy bien qué intereses tocar, qué destruir, a quiénes aprisionar, a quiénes asesinar. Si se toca aquello que conlleva la reproducción de la clase burguesa, aquello que es necesario para el continuo desarrollo del capitalismo, entonces hablamos de una guerra en que la parte antagónica al capital ha tomado ventaja y es capaz de hacer frente a su enemigo. Si no es así, la guerra seguirá llevándose en los términos que el “Hegemon” dicte.


En el contexto actual internacional, se visibiliza aún más que la guerra entre las naciones no es un conflicto entre las distintas nacionalidades, sino que es la agudización de la lucha de clases, proyectos totalmente antagónicos que no pueden en este universo posible, confluir en una armonía, pues mientras que para la burguesía la esencia del desarrollo humano se fundamenta en su dominación de clase, para las y los trabajadores del mundo, el máximo grado de desarrollo humano sólo podrá ser alcanzado mediante la total emancipación del hombre y la mujer mediante el trabajo, la política y la ciencia, y para esto es necesario eliminar la lucha entre las clases, eliminando a las clases mismas mediante el socialismo.


La burguesía no puede renunciar a su instrumento de dominación que es el Estado, aquellas naciones que carecen de un Estado controlado por la burguesía, son enemigos y es conveniente para el imperialismo, eliminarlos. El Estado Nacional controlado por la burguesía se ha convertido en el instrumento perfecto para la guerra imperialista y dónde quede rescoldo del poder de la burguesía, ésta no dudará en beligerar bestialmente contra la democracia y la humanidad. El panorama es guerra contra democracia, muerte contra vida, burguesía contra proletariado.


Aquí hay ejemplos importantes para entender esta situación, Cuba, faro de la esperanza en Latinoamérica desde su revolución; Chile y Bolivia, dónde el proceso revolucionario no terminó por crear hegemonía; Kurdistán, quise mencionarlo, porque las relaciones que tuvieron con E.U.A. ahora se vieron traicionadas sólo para potenciar aún más el aparato de la guerra contra el pueblo. Dejando el cancerbero de Erdogan suelto, los bombardeos, el uso de armas químicas contra el pueblo kurdo, ha ocasionado el desplazamiento masivo de la población (kurdistanamericalatina.org;2019).


Cuba, está enfrentando una de las peores situaciones en este siglo, los bloqueos económicos se han endurecido de la mano del fortalecimiento de la ley Helms-Burton, reteniendo la mayoría porcentual de las remesas de las y los cubanos que laboran en el país yanqui. Estos estragos por ahorcar la economía del país socialista han culminado con una serie de modificaciones a la constitución y a las leyes, en las cuales se permitió la propiedad privada en una pequeña parte de la isla y en una mínima proporción. Además, está en puerta la creación de una zona económica especial (cubadebate; 2019). ¿Qué sería de Cuba sin el bloqueo económico? Posiblemente la utopía. “La culpa la tiene… Cuba. A los 20 mil cubanos en Venezuela le cambian la profesión: no son médicos, enfermeros, maestros. Todos son policías, tropas de élite. […] El bloqueo a Cuba se intensifica a niveles impúdicos.

La excusa intenta generar descontento en su pueblo con la solidaridad que practica. Sin embargo, Cuba la ratifica. Se persigue cada barco que entra o sale de Venezuela, de Cuba, cada transacción (Ubieta; 2019)”.


Bolivia al borde de la masacre en potencia por la casta blanca, racista y fundamentalista cristiana que supo aprovechar los momentos para consolidar un golpe que fuese el retroceso a la dominación yanqui. Un país que estaba consolidando un Estado Plurinacional, con gran perspectiva de crecimiento económico, más del 5 porcentual según la CEPAL (2019), que había reducido la pobreza extrema de un 35.7% a un 13%, pueblo con mayoría indígena y con el pecado de tener soberanía sobre sus recursos, petróleo y litio, como ya lo vimos y además el error de no imponer todo el peso del pueblo por encima de cualquiera. La guerra impactó por mano y obra de las fuerzas armadas al servicio del imperio, el mismo ejército que asesinara al comandante Ernesto Guevara y además de las fuerzas paramilitares y narcocriminales siervas del capital.
“No se debe de confiar en el imperialismo, ni tantito así”, expresó el Ché, en una de sus intervenciones, haciendo uso de los dedos para señalar apenas el espacio pequeño por el cual cupiese un cabello. En Kurdistán confiaron en que las tropas gringas que según ayudarían a combatir a los yihadistas en el norte de Siria y frontera con Turquía, permanecerían para evitar que el capitalismo se expandiese por el territorio liberado, donde la promesa del Confederalismo Democrático se vio interrumpida por la avanzada turca. Si se pierde Kurdistán y su proyecto, Europa misma perderá su propuesta más avanzada de democracia, mencionó Zïzëk (2019). Nosotros insistimos, el proyecto del capitalismo en su fase última, es el proyecto de la guerra contra la democracia.


Otros aspectos duros y negros para valorar sobre la existencia o la ausencia de esta guerra, son los miles, millones de muertos en todo el globo, asesinados por paramilitares y criminales de distinta índole. En México por ejemplo la cifra oficial de homicidios de 1990 a 2019 de 560 mil (INEGI) ¡Medio millón! Donde la mitad de ésta se dio a partir de 2008 a la fecha, es decir, en los últimos 10 años; 10 feminicidios suceden a diario; 15 mil suicidios ocurren cada año; muertes por enfermedades tratables, desabasto de hospitales, hambre y 80 millones de pobres.


La felicidad no es, en estas condiciones un derecho del pueblo, sino el privilegio de la burguesía. Esto ha provocado la aceptación de políticas de terror, visibles en la creación de grupos paramilitares y órganos de delincuencia organizada, sean estos narcotráfico, trata de blancas, fraudes etc., que imponen a la población un modo de vida a doc de esta situación.

En México, en Colombia y Centro América, esta situación es muy palpable, es una realidad, incluso en Brasil la brutalidad ha cobrado un mar de vidas. El Terrorismo de Estado es la configuración táctica de la Guerra Imperialista, es decir, la atribución del Estado de la violencia “legítima” y su atribución de la violencia “ilegítima” es una de las medidas con la cual puede tener control sobre los ritmos de producción, sobre el mundo del trabajo, pero además sobre la vida cotidiana, sobre el sentido común: control político y control ideológico=hegemonía.
Se incide en la organización obrera para destruirla y además se brutaliza a las y los trabajadores con un modo de ver el mundo basado en la bestialidad, homo homini lupus, en la ausencia de la humanidad, en la propagación de valores propios de la dominación del hombre por el hombre, se instruye el principio de la violencia ante el diálogo. Pero el terrorismo de Estado no es una táctica que dependa sólo de la violencia armada, su parte más brutal, las relaciones de muerte y dominación que de ello desglosan son naturalizadas. Los Estados como instrumentos de la clase burguesa, han entendido el concepto de hegemonía y han servido de vehículo blindado contra los pueblos implementando sus políticas mediante el consenso y la coacción, he aquí la esencia de la táctica.


¿Existe o no la guerra? O la pregunta es ¿Contra quiénes se desarrolla la guerra?