Erika Huakuz
Es un hecho que las empresas toman decisiones sobre la planta de trabajadoras y trabajadores a partir de la búsqueda de bajos costos de mano de obra y la flexibilidad de ésta. El trabajo femenino posee ambas características y es en el sector fabril, en especial el de la maquila, donde se puede observar con mayor claridad las condiciones de desigualdad entre el trabajo de hombres y mujeres, así como la relación entre patriarcado y capitalismo que nos permite a su vez identificar al enemigo principal de la clase trabajadora, el capital internacional.
Las empresas maquiladoras en su mayoría importan productos a manera de insumos sin pagar aranceles con la finalidad de transformarlos en productos de consumo final para la exportación. Es por ello que la mayoría de las fábricas maquiladoras se encuentran en las ciudades fronterizas, en el caso de México en los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, siendo las ciudades con mayores centros maquileros en la franja: Tijuana, Ciudad Juárez, Mexicali, Nogales y Matamoros.
La conformación de la industria maquilera en la franja norte se integra en promedio por el 60% de trabajadoras que de manera flexible sube o baja según las características propias del tipo de producción. Es decir, ésta tiene sesgo de género, tanto por la década de la que se habla como por el tipo de producto final que se exporta.
Durante los años setenta e inicios de los ochenta se utilizaba la referencia “Muchas, bonitas y baratas” para explicar el trabajo de las mujeres, según lo señala María Eugenia de la O, que se traducía en lo que los teóricos neoliberales llaman “ventajas comparativas” en el uso intensivo y extensivo de la fuerza de trabajo femenino. Para los años ochenta, se identifica a nivel nacional, un proceso de desfeminización y masculinización del trabajo que significó que los sectores de comercio y servicios históricamente referenciados por cuestiones de género como “trabajos femeninos” fueran ahora ocupados por varones, fenómeno que expulsó a un ejército de mujeres a trabajos con salarios más precarios nutriendo a la maquila de más mano de obra femenina. Para los años noventa y dos miles, se suman a este tipo de trabajos la posibilidad de flexibilización y el outsoucing,que terminó por cambiar la forma en la que entendemos el trabajo fabril hoy día y que representó para las mujeres problemas mayores al momento de analizar su situación como trabajadoras.
Las mujeres que laboran en las maquilas del norte del país (aunque no sólo ellas) se encuentran desde hace más de una década a la merced de las fluctuaciones internacionales del capital y bajo este proceso de reestructuración económica y feminización del mercado de trabajo mexicano. Esto significa que las empresas requieren que un número mayor de mujeres se incorporen al mercado del trabajo por momentos en los que los bajos costos de la mano de obra convengan a su producción y con similar facilidad las expulsa del mercado.
Denuncias de mujeres maquiladoras señalan que es sabido que una de las estrategias de expulsión que utilizan las empresas es el aumento de la producción, el incremento en las horas de trabajo y la reducción de salarios con la finalidad de orillarlas a renunciar y de esta manera no pagar indemnización por despido. Esta facilidad de contratación y despido bajo contratos con prestaciones injustas y bajos salarios en el mejor de los casos y en el peor de ellos sin contrato, es el caldo de cultivo de otro tipo de situaciones de desigualdad propiciadas por la violencia machista y que se perpetúan en los espacios de trabajo.
A este panorama, se le suman una serie de factores como la ausencia o insuficiencia de programas de cuidado de infantes no sólo a nivel de guardería, sino también los que contemplan los servicios de educación básica cercanos a los centros de trabajo; la cultura machista que identifica a las mujeres como causantes de los problemas sociales debido al “abandono del hogar”, la presencia de organizaciones criminales que en complicidad con el Estado generan un clima de impunidad y perpetúan la violencia machista en la región.
A pesar de la gran participación e importancia de las mujeres en la economía de la región, se mantienen e incentivan el no cuestionamiento a los roles de género y la cultura de la no denuncia, hecho que se puede identificar al no existir datos claros del número de denuncias de violación de derechos laborales así como de casos de violencia machista en la región.
La situación de violencia para las mujeres maquiladoras en Matamoros
Una gran cantidad de los contingentes movilizados en las huelgas de Matamoros corresponden a mujeres trabajadoras, que por su condición, viven en carne propia los fenómenos producto de la cultura machista y las violencias machistas como el acoso sexual en los centros de trabajo y lugares públicos, la violencia física por razón de género, la desaparición y el feminicidio, por mencionar algunos. Existen una serie de paralelismos entre la situación de Matamoros y la que se da en partes del país con vocación maquiladora, siendo las dos más graves en la región, la desaparición forzada y el feminicidio.
Sobre ello el presidente del Centro de Estudios Fronterizos y Promotor de los Derechos Humanos (Cefprodhac) señala que “Hay condiciones muy similares entre las dos ciudades, el problema es que nadie se ha tomado la molestia de documentar todos los casos que se han registrado porque si alguien tuviera estas estadísticas, nos daríamos cuenta que el número de muertes en la frontera de Tamaulipas es muy similar al que hay en Ciudad Juárez”.
Unos de los casos conocidos de feminicidio es el de Juana Aracely García de Matamoros que en 2006 trabajaba en la Maquiladora Cepillos de Matamoros y había sido reportada como desaparecida desde el 14 de diciembre del 2005. O el de de Pamela Martínez de 26 años, trabajadora de una fábrica del “Parque industrial Oradel”, que fue secuestrada, violada y asesinada.
Las cifras de incremento de muertes violentas de mujeres son brutales, para el año 2004 se contabilizaban al menos 39 feminicidios en Tamaulipas, entre el año 2008 y 2009 la cifra pasó de 41 a 69. En este último año la entidad ocupó el séptimo lugar en asesinatos con 4.32 por cada 100 mil mujeres, arriba de la tasa nacional que era de 3.40 según cifras de ONU Mujeres. Del año 2000 a 2009, Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros agruparon 63 por ciento del total de las muertes violentas de mujeres.
En 2011 fue el cuarto estado en tipificar[1]el feminicidio como delito grave en la entidad con una pena de 30 a 50 años de cárcel y se registró que 10.86 por ciento de los asesinatos de mujeres eran obreras de maquiladoras.Para el año 2015, estadísticas de la PGJE revelan que de enero a noviembre se iniciaron 637 averiguaciones por homicidios dolosos de mujeres en Tamaulipas, el mayor número de casos se registró en el municipio de Matamoros con 145. La cifra para 2018 casi se duplica, con un registro de más de mil agresiones a mujeres en el estado.
Sobre el tema de desapariciones Tamaulipas es la entidad con el mayor registro de mujeres desaparecidas en nuestro país. De un total de 7 mil 60 desaparecidas en México de 2011 a 2016, mil 170 desaparecieron en ese estado según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su reporte titulado “Situación de los Derechos Humanos en México”.
Estos hechos nos demuestran además que no basta con los esfuerzos legales e institucionales si no se tiene una estrategia completa para hacer frente al machismo en todos los espacios y esto debe de incluir la educación y movilización de las mujeres en todos los sectores sobre nuestras demandas.
Mientras las cifras de violaciones sexuales, agresiones intrafamiliares y de maltrato se acumulan cobijadas por la inacción del gobierno estatal para atender a las mujeres, la pauperización de la clase trabajadora crea un caldo de cultivo óptimo para la reproducción de todas estas violencias que tienen claro rostro de mujeres trabajadoras.
Las huelgas obreras en matamoros, nos dejan grandes lecciones contemporáneas sobre hacia donde se debe de dirigir la lucha por un mundo mejor, es nuestra tarea prestar atención y actuar en consecuencia.
[1]Artículo 337 bis del Código Penal de Tamaulipas, señala que comete delito de feminicidio el hombre que dolosamente, y con uso extremo de violencia, prive de la vida a una mujer por razones de género y será sancionado con prisión de 30 a 50 años y multa de mil a cinco mil días de salario mínimo […] se establece que existen razones de género de parte del sujeto activo, si la víctima presenta indicios de violencia física reiterada y cuando existan antecedentes de violencia moral o acoso del sujeto activo en contra de la mujer.