El pasado 2 de febrero de 2019, en diversas ciudades del país, se están llevando a cabo marchas y actividades políticas para denunciar el alza reciente de intentos de secuestro en las estaciones e inmediaciones del metro de CDMX. El modus operandi consiste en que un hombre ubica a la víctima, la empieza a seguir y la obliga, tras amenazas de muerte si grita o pide ayuda, que lo acompañe y suba a un auto o camioneta. Si alguien interviene, dice que es su novia y que está haciendo “dramas”, “rabietas”, que son problemas de pareja.
Las sobrevivientes así lo han contado, muchas de ellas tienen lesiones graves, pero ¿Y las que no pudieron escapar? ¿Qué de aquellas compañeras que no lo pudieron contar?. Está situación es una más, de las formas de violencia contra mujeres y niñas en espacios públicos.
Hasta ahora más de 40 casos de intentos de secuestro han sido mapeados y publicados. En redes las denuncias son de decenas de usuarias, aun así, el gobierno de la Ciudad de México ha negado que exista alguna denuncia formal ante la Procuraduría. Aunque el Sistema de Transporte invitó informar cualquier conducta inusual con los policías asignados al interior del Metro, o ante las autoridades competentes, además de que aseguró que cuenta con módulos que brindan acompañamiento jurídico, y dijo a las usuarias que se usen los vagones exclusivos de mujeres, lo cierto es que está probado que todas esas recomendaciones han sido ineficientes.
Hay casos de denuncia formal que no han prosperado. Estos casos son más bien la consecuencia de años de omisiones, de autoridades y tribunales misóginos e incompetentes, así como de programas fallidos para erradicar la violencia contra las mujeres.
Ante dicha situación la única salida es empezar a organizarnos desde abajo, desde lo básico; tejer alianzas entre mujeres, hacer redes de confianza y credibilidad en las víctimas, ayudar a cualquiera que manifieste estar en peligro. Nunca están demás las herramientas de autodefensa, gas pimienta, saber artes marciales o traer aparatos de descargas eléctricas. En caso de ser víctimas de intentos de secuestro golpear, hacer ruido, no dejar de gritar, de pedir ayuda, activar alarmas. Pero, ante todo, ante esta situación tan difícil para nosotras en el país, no dejarnos paralizar por el miedo.
Para erradicar la problemática y crear espacios seguros, es necesario visibilizar que la violencia estructural es el motor que permite que estas acciones se sigan produciendo, es decir, que, al normalizar la violencia hacia nosotras, al normal el acoso en la calle, en las escuelas, los piropos y comentarios indeseados, los tocamientos, insultos, la violencia doméstica, al volver parte de lo cotidiano las violaciones, los secuestros de mujeres y el feminicidio, estamos fomentando la impunidad. Lo que se ve como normal, no se erradica.
En nuestro país no contamos con las estadísticas ni los protocolos adecuados para combatir el acoso callejero y la violencia sistemática en contra de las mujeres.
Educar en el privilegio a la mitad de la población, los varones, significa que la otra mitad, las mujeres, está sojuzgada. Esta orden de masculinidad consistente en dominar, tiene efectos directos en los casos de secuestro en el metro, porque predispone a las personas a no intervenir. Si esto no fuera así, no tendríamos por qué no actuar ante un hombre que, pareja o no, le grite, golpeé y jaloné a una mujer, aunque ella esté pidiendo nuestra ayuda.
Por ello, Matrioska se suma a la exigencia de miles de mujeres en el país, por nuestro derecho a espacios públicos seguros, al llamado de crear organización y tejer rede solidarias, a crear los mecanismos necesarios para la denuncia y el castigo ejemplar para los victimarios, a la erradicación de la violencia contra las mujeres. ¡Hoy decimos basta!
Por la autodefensa feminista, la organización, la unidad y el goce pleno de nuestros derechos; No más acoso en las calles, no más violaciones, no más secuestros, no más feminicidios. ¡No más capitalismo patriarcal!
Matrioska MIR, Morelia, Michoacán a 2 de febrero de 2019.