Moctezuma Madrigal

Se puede leer en el manifiesto comunista de Carlos Marx: “La historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las luchas de clases”, esta disputa se ha trasladado a todo tipo de escenarios, en la actualidad, es cada vez más común como esta lucha adquiere una dimensión urbana, defensa de bosques, barrios, parques, agua, servicios. Todos estos conforman parte del abanico de demandas que cohesionan a colectivos, frentes y movimientos sociales en defensa de su territorio, su espacio vital.

Las colonias o barrios, están constituidos por trabajadoras y trabajadores de muy diversos tipos, muchas veces fragmentados y sin experiencias de lucha en sus centros de trabajo. Los cuales, enfrentan problemas en sus colonias que hacen necesaria la organización barrial para solucionarlos, la cual, muchas veces se convierte en su primera experiencia política de lucha.

A finales del siglo pasado surgieron muchas experiencias populares creadas por organizaciones marxistas, que consistían en fundar colonias o barrios, las limitaciones de estos movimientos son las mismas que se enfrentan hoy, convertir la demanda reivindicativa en lucha política. Frecuentemente los movimientos urbanos populares son minusvalorados como simples intentos de resolver demandas especificas, la tarea es dar el paso y captar el potencial revolucionario de los movimientos sociales urbanos y enfocar el derecho a la ciudad desde una perspectiva revolucionaria y no solo reformista.

En nuestra experiencia en el Movimiento Ciudadano en Defensa de la Loma, ha sido fundamental desde un primer momento desvelar el carácter de clase del gobierno, el cual, obedece a intereses privados en vez de a la voluntad de las y los trabajadores, así pues, en la sociedad capitalista tener una buena calidad de vida, es un privilegio de la minoría con altos ingresos y el disfrute del espacio urbano se subordina a los intereses de los empresarios inmobiliarios y de servicios.

En nuestro país han surgido diversos movimientos en los últimos años en defensa del territorio, todos enfrentan a un mismo enemigo, un puñado de empresas constructoras e inmobiliarias. Bien podemos hablar de supercarreteras como el caso del Ramal Camelinas en Morelia, la Súper vía Poniente en la CDMX, autopista La Pera-Cuautla en Tepoztlan o la Autopista Toluca-Naucalpan en Xochicuautla; podemos mencionar las luchas contra los desarrollos inmobiliarios como el caso de Santa Anita Hills, enclavado en el Bosque La Primavera, en Guadalajara, el desarrollo inmobiliario Bosque Diamante en Jilotzingo y el fraccionamiento Bosque de los Cobos en Aguascalientes. Todos estos proyectos tienen un común denominador: la destrucción de cientos de hectáreas de bosque.

Nuestro país pierde aproximadamente 175 mil hectáreas de bosque al año, aunque la estadística varía, ya que en el periodo 2005-2010 se perdieron alrededor de 155 mil hectáreas de bosques y selvas por año, cifra menor a la reportada para 2000-2005, que alcanzó las 235 mil de acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).Las entidades que sufrieron más pérdidas en superficie fueron Sonora, Chihuahua, Durango, Coahuila, Baja California y Jalisco, y entre las que reportaron el mayor número de incendios asociadas al cambio de uso de suelo están Chihuahua, Estado de México, Michoacán y Jalisco.

Esta situación es el resultado del modelo de desarrollo urbano capitalista, basado principalmente en el despojo territorial y la especulación inmobiliaria, propiciando la edificación de ciudades que responden a la ganancia inmobiliaria y no al mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes.

Esgrimiendo un discurso modernista, los gobiernos municipales de todas las ciudades modifican sus ordenamientos urbanos en beneficio de las empresas inmobiliarias y constructoras, en última instancia esas empresas determinan el desarrollo urbano de la ciudad, lo cual ha desatado una grave crisis de vivienda, escasez de agua, movilidad, insuficientes instalaciones escolares y hospitalarias, y un espacio social cada vez más segregado y estratificado.

Ante este escenario catastrófico, al que nos ha conducido la minoría capitalista, es claro que estamos enfrentando una crisis de civilización, que cancela el derecho del pueblo para vivir dignamente y en armonía.

Los movimientos urbanos en todo el país enfrentan a un solo enemigo: los capitalistas. Así pues, los movimientos ambientales en defensa del territorio, debemos tener claro que nuestras luchas sólo podrán triunfar hasta lograr cambios sustanciales y profundos que busquen un salto civilizatorio, un cambio profundo en la sociedad que acabe con la desigualdad que el capitalismo nos impone. Ese cambio lo representa el socialismo, y se vuelve fundamental una coordinación nacional que ayude no solo a que se visibilicen nuestras luchas, sino que de manera conjunta enfrentemos al enemigo común: el capitalismo.