El momento actual del movimiento contra la reforma educativa enfrenta el plan de exterminio desde diferentes frentes: mediático, legaloide, policiaco-militar, oportunismo-cooptación, criminalización y represión abierta y descarada.

En cualquier punto donde desde el campo popular se simpatice con la lucha magisterial se reprime para crear miedo y dejar el mensaje claro (Nochixtlan, Arantepakua, Caltzontzin, Guacamayas). El ataque va a fondo desde todos los niveles de gobierno y con todo el aparato de Estado.

La recta final de la gestión de Peña se presenta a modo para golpear aún más, por eso es el momento menos indicado para bajar la guardia. Es un deber político y moral para el magisterio levantar una jornada de lucha que le demuestre al Estado que no nos hemos rendido. La jornada de lucha, debe tener características diferentes a las anteriores. Por ejemplo, tiene que presionar efectivamente en los diferentes escenarios (nacional, estatal y regional) sincronizando todos los esfuerzos y aglutinando otras inconformidades. La batalla es a largo plazo y debe haber la conciencia de que nada debe interferir en el trayecto para negociar. Es la abrogación de la reforma educativa o la abrogación, nada menos. Toda la experiencia de luchas anteriores debe ponerse en práctica y no descartar ninguna forma de lucha. Sólo una fuerza amplia, experimentada y preparada puede darle aliento a las resistencias que a lo largo y ancho del país se manifiestan. Ese es el papel que actualmente le toca jugar al magisterio.

¡Sí! defendiendo la comodidad de la quincena, los bonos, las pensiones se traiciona al movimiento. El magisterio corre el riesgo de quedar a la cola. El peligro del neocorporativismo es real, por eso se necesita actuar con independencia de clase, al margen de los partidos que se nutren de los elementos más claudicantes del movimiento, los que están dispuestos a vender a los trabajadores, a cambio de ingresar a la burocracia partidista donde se reparten los huesos. Las bases trabajadoras necesitamos tener claro que la realidad es distinta ahora, que nuestra resistencia debe ser inquebrantable.

Los falsos salvadores, judas de diferentes colores, engañan creando la ilusión de que nos ira mejor si somos sumisos, si no exigimos y esperamos que en un acto amoroso y de buena voluntad restituya los derechos que nos han arrebatado. Ese cuento ya no lo creemos. La alternativa es organizarnos desde abajo, gobierne quien gobierne. A final de cuentas vienen en unión todos ellos contra los trabajadores. El gran capital transnacional los usa como sus capataces para que nos sometan.

Las próximas elecciones que sirvan para demostrar que estamos en contra de este sistema que sólo nos ofrecen miseria, que estamos contra todos los partidos políticos y por el contrario, estamos por un gobierno de y para los trabajadores

¡Por la unidad de los trabajadores, venceremos!