Dirección Política Movimiento de Izquierda Revolucionaria 

El 17 de mayo de 2018, después de concluir una de las rondas de negociación del tratado de Libre de Comercio de América del Norte (TLCAN) entre los gobiernos de Estados Unidos (EE. UU), Canadá y México, y con sólo 10 capítulos cerrados de 30 que se negocian, se vislumbra muy lejano la posibilidad de concretar acuerdos.

Ante esto, el gobierno mexicano y los sectores empresariales han externado una fuerte incertidumbre debido que no se sabe con certeza el grado en que el presidente Donald Trump cumplirá sus declaraciones en torno a la cancelación del tratado comercial, después de 23 años de estar vigente. La incertidumbre es tal que la moneda mexicana ha registrado fuertes depreciaciones frente al dólar, pues la moneda norteamericana se vende alrededor de los 20 pesos.

Lo que sí es un hecho, es que el gobierno de Trump, por medio de su representante comercial, Robert Lighthizer, ha logrado imponerse en las mesas de negociación. En la Cuarta Ronda, por ejemplo, (realizada de 11 al 16 de septiembre de 2017) el representante norteamericano logró meter los temas relacionados con las reglas de origen de las exportaciones del sector automotriz y agrícola, así como el capítulo laboralreferente a los niveles salariales de México. Estos dos temas se abordaron pese a que el Secretario de Economía del país, Ildefonso Guajardo, señalará, después de la segunda ronda (1 al 5 de septiembre), que el tema de los salarios era de carácter interno y que era impensable modificar las reglas de origendel sector automotriz, tal como lo pedía Washington, de un 62.5 a 85 por ciento, de las cuales el 50 por ciento deberían ser estadounidense. Sin embargo, la presión de representante Comercial de Estados Unidos, terminó por dominar y evidenciar la mediocridad del secretario de economía.

Inclusive, en las negociaciones de la tercera semana de mayo, el gobierno de Trump impuso a Luis Videgaray la condición de que, para seguir negociando el TLCAN, el gobierno de México debería convertirse en policía migratoria de Washington.

Más allá del claro servilismo de la diplomacia mexicana, que ven en la renegociación del TLCAN una posibilidad para congratularse con el gobierno de Estados Unidos, y tener su apoyo para las elecciones presidenciales de 2018, lo realmente relevante de la renegociación del Tratado es que marca el inicio de una nueva etapa en la política económica de Estados Unidos, la cual, pese al obtuso dogmatismo de los tecnócratas neoliberales, supone adecuar la económica norteamericana a las nuevas necesidades de la acumulación capitalista, pero sobre todo a una nueva forma de economía de guerra.

El contexto norteamericano

Es verdad, tal como lo ha reiterado en múltiples ocasiones Donald Trump, antes de la firma del TLCAN, Estados Unidos tenía un superávit comercial con muestro país de más de mil 300 millones de dólares, sin embargo, tras 23 años de libre comercial acumuló un déficit de 64 mil millones.  La transformación de EE. UU de un país exportador a un país importador, expresa un fenómeno más profundo, que es el blanco donde Trump apunta su artillería: la   desindustrialización.

El deterioro de la planta industrial de EE. UU se desarrolló de forma premeditada por los gobiernos neoliberales, al promover el traslado de las empresas de la industria automotriz, manufacturera y agrícola a otros países. El objetivo era abaratar sus costos de producción por medio de relocalizar su industria en donde la mano de obra fuera más barata; presionar a la baja el nivel salarial mediante la creación de un ejército de desocupados que sobrecargarían la oferta de mano de obra y acceder a grandes incentivos fiscales de los países receptores de sus plantas y naves industriales.

Se estima que en los últimos 15 años las corporaciones multinacionales, otrora instaladas en EE. UU cerraron 60 mil fábricas y movieron millones de empleos con buenos salarios al extranjero en busca de salarios de miseria o lugares donde no pagar impuestos o poder contaminar libremente (Aguirre, 2017). De igual forma, el marxista, Fred Golstein calcula que en la década de los 2000, la creación de nuevos empleos fue de 0% respecto de la década anterior, en contraste en la década de los 90 se habían incrementado en 20 por ciento

La política de desindustrialización deterioró los salarios de grandes contingentes de trabajadores, sobrecargando el sistema financiero con préstamos y deudas impagables, lo que, sumado a las enormes burbujas hipotecarias del sector financiero, crearon las condiciones de la crisis de 2008, crisis de la que EE. UU aun no sale.

Las estimaciones del Banco Mundial (BM) reconocen que el crecimiento porcentual del Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos, después de 10 años, aun no supera los niveles de crecimiento que registraba antes de 2008.

Fuente: Elaboración propia con datos del BM.

Fred Golstein, también señala que 42 dos meses después de la crisis del 2007, la tasa de ocupación de Estados Unidos aún era 5 por ciento menos previo al estallamiento de la crisis. Es por ello que la política económica de la era Trump tiene sentido y aunque es ininteligible para la ortodoxia tecnócrata neoliberal, tanto mexicanos como estadounidenses, lo que pretende el ocupante de la Casa Blanca es simple: revertir el proceso de desindustrialización. Para lo anterior, no solo echará mano de cancelación o renegociación del TLCAN, también de otras medidas

Claves para entender la política económica de Trump

La pretendida reindustrialización emprendida por Trump, hasta ahora tiene algunas claves que atraviesan varias esferas de la política comercial, industrial, militar, monetaria, financiera y fiscal del país imperial.

  1. En política industrial. El gobierno de Donal Trump pretende reactivar la industria del carbón y petróleo por medio de eliminar los incentivos a las energías limpias y restricciones a los combustibles fósiles. El 2 de junio de 2017, el gobierno de Trump, retiró a EE. UU del Acuerdo de París, con lo cual canceló los esfuerzos y compromisos por mitigar el cambio climático. El Acuerdo de Paris, firmado por 195 naciones, “compromete a los países a gestionar la transición hacia una economía baja en carbono” (MUNDO 2017). Las aspiraciones de Trump no solo son incrementar la producción de combustibles fósiles, también eliminar los apoyos por 100,000 millones dólares que otorgó la administración de Obama a programas de energías limpias  (EXPANCION s.f.).
  2. Política industria-miliar. Washington ha presionado al Congreso con el objetivo de incrementar estratosféricamente el gasto gubernamental de defensa. El 18 de septiembre de 2018 el Senado de EE. UU aprobó subir el gasto militar, con lo cual se superó los 700 mil millones de dólares, de los cuales seprevé 640 mil millones de dólares se utilizarán para adquirir armas (HispanTV 2017). Este fue el segundo incremento de la era Trump, ya que el mismo presidente propuso incrementar en 54 mil millones para el 2017, con lo cual el presupuesto del Departamento de Defensa (Pentágono) superó los 600 mil millones de dólares. Los grandes beneficiados con el colosal gasto son las empresas que controlan el complejo industrial-militar, tales como Raytheon, Lockheed Martin (LMT), L3 Technologies, Harris Corp, Boeing y BAE Systems.
  3. Política monetaria. Uno de los métodos para tener una constante atracción de liquides ha sido mantener tasas de interés relativamente altas. El 14 de junio la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) incrementó la tasa de interés de referencia, de 1 a 1.25. con lo cual la económica atrajo millones de dólares.
  4. Política fiscal. El viernes 1 de diciembre, el Senado aprobó la reforma fiscal propuesta por el presidente Donald Trump, con la cual Estados Unidos bajó la tasa del impuesto sobre las utilidades de las empresas (ISR) que operen en aquel país. La tasa pasó del 35 a 20 por ciento. Entre otras cosas, esta política pretende compensar el incremento de los costos por pago mano de obra de las empresas que trasladen sus procesos productivos a EE. UU. Se estima que con esta reforma, los empresarios se ahorraran un monto aproximado de 5 billones de dólares (PROCESO 2017).
  5. Política financiera. El 3 de febrero de 2017, el presidente derogó la Ley Dodd-Frank. Dicha Ley fue aprobada en 2008 tras la crisis financiera, y tenía por objeto regular la actividad especulativa de los bancos, limitar los préstamos irresponsables y controlar la corrupción del sistema financiero. Además, obligaba a las empresas petroleras y mineras de hacer públicos los pagos a los gobiernos extranjeros. El portar Democracy-Now, documentó que el presidente norteamericano declaró que el “director ejecutivo de la empresa financiera JPMorgan, Jamie Dimon, le estaba aconsejando sobre qué hacer con la Ley Dodd-Frank”. Además agregó que, sumado a la asesoría de Dimon, Trump impuso a Steve Mnuchin y Gary Cohn, vinculados al Goldman Sachs. Sumado a lo anterior, Trump redujo en 12 mil millones de dólares la deuda del gubernamental. Lo que otorgó “serenidad” al capital financiero y crecimiento del índice bursátil Dow Jones.
  6. Política comercial. El 8 de marzo, la Casa Blanca impuso aranceles a las importación de acero y aluminio, en 25 y 10 por ciento respectivamente y, aunque momentáneamente, excluyó a México y Canadá de las medidas impositivas, solo amplió el plazo al 30 de mayo como fecha límite para que ambas naciones lograran un acuerdo sobre aranceles a la exportación del acero y aluminio a ese país. Además, 14 días después, el 22 de marzo, el mismo gobierno norteamericano impuso aranceles del 25 por ciento sobre productos chinos por valor de hasta 60 mil millones de dólares, con lo cual abiertamente declara la guerra al gigante asiático. Es claro que los aranceles buscan desarrollar una economía basada en la sustitución de importaciones, y con ello reactivar su industria metalmecánica y de manufactura del país. Las medidas tomadas por el gobierno de Estados Unidos, son relevantes para su economía ya que es uno de los principales importadores de acero y aluminio, pues compra cuatro veces más de lo que exporta y compra a más de 100 países, entre los que destacan: Canadá, la Unión Europea, Corea del Sur y México.

Desde la óptica de Trump, la cancelación o renegociación del TLCAN, es parte de un plan mayor y no como lo pregonan los neoliberales, “una locura”. En el fondo se encuentra una política de reindustrialización que soporte el desarrollo de la base material de una economía de guerra. No es casual que el gabinete de Trump, este dominado por militares, tales es el caso de  Jonh Kelly y James Mattis, a los cuales recientemente se les ha sumado Mike Pompeo, ex director de la CIA, ahora como secretario de Estado, y en la CIA va Gina Haspel, que según Atilio Borón, dirigió cárceles ilegales de la CIA en Tailandia y Guantánamo y aplicó ella misma, o bajo su directa supervisión, la tortura del “submarino”, además del exembajador de EE.UU. ante la ONU, John Bolton.

La posible cancelación de TLCAN y la guerra comercial con China, marcan el preludio de lo que podría ser una confrontación militar entre potencias nucleares.