La idea central que convoca al mundo en torno al 1 de mayo, no es, como lo tratan de hacer creer gobiernos y empresas, el de “festejar” a las trabajadoras y trabajadores. No es tampoco, la de “agradecer” que una parte del pueblo tenga trabajo. La esencia del 1 de mayo, es la de recordar que fue gracias a la lucha (que costó la vida de ocho compañeros, y la libertad de otros cientos), de miles de trabajadores y trabajadoras que pugnaron por la instauración de las 8 horas laborales. El 1 de mayo es una fecha para construir una organización que ponga por delante los intereses del pueblo trabajador. Es un momento para exponer las consignas más sentidas de la clase trabajadora.
Si entendemos pues, al 1 de mayo, no como una fiesta, sino como una fecha de articulación del movimiento obrero en torno a sus demandas (inmediatas e históricas), es imperioso recabar las consigas del pueblo trabajador. Dentro de estás consignas, la de pugnar por un salario que garantice, como lo marca la constitución, la posibilidad de satisfacer todas las necesidades “en el orden material, social y cultural”, un trabajador o trabajadora, es una prioridad.
El problema del salario en México es un tema constante, tanto en la cotidianidad, como en la esfera política/económica. Tan es así que es uno de los temas de discusión en las reuniones de trabajo para la continuación del Tratado de Libre Comercio (TLC), y se encuentra en la agenda de, hasta ahorita, dos candidatos presidenciales. Pero también, es una constante en la cotidianidad de la clase obrera y una consigna de lucha constante en la historia nacional y mundial.
Así pues, el tema del salario (de su incremento más preciso) es un tema que vertebral. Pero no es lo mismo, aunque así lo pareciera, la exigencia de aumentar el salario en México, hecha por los gobiernos de Canadá o Estados Unidos (en el marco del TLC), o la del empresariado mexicano y sus candidatos presidenciales, que la de las organizaciones obreras y populares.
En el primero de los casos, la demanda hecha por parte de los gobiernos signantes del TLC, la intención es evitar la fuga de capitales de sus respectivos países que, en forma de empresas, se relocalizan en países como México, gracias a que, la barata mano de obra, les permite incrementar su nivel de ganancia. Pero, esta precariedad salarial, no sólo permite que las empresas prefieran abandonar sus países de origen y migrar a México, sino que, de facto, presiona a las organizaciones obreras de los dos países. Ya que, con la excusa de que los salarios son muy altos en su nación, se mueven a otra, lo que obliga a las y los trabajadores a aceptar la disminución de su salario en aras de no perder su puesto de trabajo. Por otro lado, presionan al movimiento obrero del país al que llega, porque realiza constantes amenazas de “irse” si el salario aumenta.
No obstante, los gobiernos canadiense y estadounidense (por diferentes circunstancias), han identificado que una forma de impedir la fuga de las empresas de estos países, es evitando que México tenga salarios “competitivos” (eufemismo para no decir miserables). De ahí su insistencia de que el gobierno mexicano se comprometa a subir los salarios para poder firmar el TLC.
En cuanto a la burguesía mexicana, en boca de la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), una de sus organizaciones políticas, ha propuesto aumentar el salario mínimo a 98.15 pesos diarios. Por su parte su candidato a la presidencia, Ricardo Anaya ha planteado elevarlo a 100 pesos, y doblar esta cifra para el 2022. Mientras tanto, Andrés Manuel López Obrador, se ha pronunciado por un incremento paulatino, que al final de su mandato, en el 2024, llegue a los 176.72 pesos diarios.
Aunque hay una diferencia numérica de más/menos el doble entre la primera propuesta y las dos posteriores, lo evidente es que ninguna de las tres presentaciones está pensada desde una posición proletaria. Las tres posturas, con sus variantes, están pensadas en las necesidades de la burguesía, y su pretensión de garantizar la reproducción de las mercancías. Ninguna de ellas tiene como objetivo el satisfacer todas las necesidades (materiales, culturales y sociales) del pueblo trabajador. Por esa razón es que ninguna se propone incrementar el salario hasta índices que rayen en la justicia y permitan dignificar la vida de las trabajadoras y trabajadores.
Lo anterior se puede evidenciar si tomamos en cuenta que, el salario actual de 88.36 pesos diarios o 2,650 pesos mensuales, no alcanza a cubrir ni siquiera, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), lo necesario para que una persona pueda alimentarse. Sólo, para que una trabajadora pueda satisfacer sus necesidades alimenticias, o sea, sólo para comprar comida, el salario debería ser de 99.51. El miserable salario actual, ocasiona que más de 50 millones de mexicanos no puedan comprar una canasta alimentaria.
A esto se le debe sumar que, desde hace 30 años, el poder adquisitivo del trabajador ha disminuido en un 80 por ciento. Así, mientras a finales de la década de los ochentas, el salario alcanzaba para comer, e incluso un poco más, ahora, con un salario más elevado, no se alcanza ni para esto, ya que el precio del trabajo, no ha subido a la par que el precio de las mercancías. Todo esto se agrava si le sumamos que un mexicano trabaja en promedio 2 mil 246 horas al año, 500 horas más que el resto de los países pertenecientes a la OCDE, quienes trabajan un aproximado de mil 776 horas por año. Es decir, en México se trabaja más, se gana menos, y el salario no alcanza para comer.
No obstante, para que un trabajador, una trabajadora pueda satisfacer todas sus necesidades, no sólo las alimenticias, el salario debería ser de 19 mil 41 pesos mensuales, o lo que es lo mismo, 353 pesos diarios. Estos 353 pesos contrastan con los 100 pesos que propone Anaya, los 176 de Obrador y los risibles 98.15 de la COPARMEX.
En otras palabras, para que las y los trabajadores del país puedan tener un salario que les permitan vivir de manera digna, con el que aspiren a ser felices, se necesita cuadruplicar el salario actual. Cualquier propuesta que sea menor, es una estafa al pueblo trabajador.
Pero este salario por cuatro, no se va a conseguir gracias a las buenas intenciones o los buenos deseos de las patronales. Un salario de 353 pesos, será fruto de la lucha organizada de los obreros y obreras del país. Sin hacerle frente al empresariado y a sus gobiernos; sin una organización que tenga en primer orden los intereses proletarios, el salario está destinado a seguir siendo un mero adorno para la mayoría de las familias mexicanas.
¡Por un salario Digno y Justo!
¡Sí a los 353 pesos diarios!
¡Por la unidad de la clase trabajadora!