La coyuntura actual y las tareas de los comunistas
Ante la vorágine de opiniones y propuestas tácticas que aparecen en el seno del movimiento obrero y popular tras fenómenos como el triunfo del “proteccionismo” de Trump, la agudización de las tenciones militares entre “occidente” y “oriente”, el avance de MORENA rumbo a las elecciones de 2018, los recortes sociales, el incremento de la precariedad social, el incremento de los impuestos como el gasolinazo y algunos otros, es una tarea fundamental elaborar una correcta caracterización de la coyuntura actual y con ello desprender las tareas que los comunistas y revolucionarios debemos seguir.
Este análisis debe atender el movimiento histórico-estructural del capitalismo y no solo pasar lista a los acontecimientos de la pequeña política. Tal como la apuntaría Antonio Gramsci en su Cuaderno 13, Análisis de la situación y la relación de fuerza. En el estudio de una estructura es necesario distinguir los movimientos orgánicos (relativamente permanentes) de los movimientos que se pueden llamar “de coyuntura” (y se presentan como ocasionales, inmediatos, casi accidentales). Los fenómenos de coyuntura dependen también de movimientos orgánicos, pero su significado no es de gran importancia histórica; dan lugar a una crítica política mezquina, cotidiana… Los fenómenos orgánicos dan lugar a la crítica histórico-social que se dirige a los grandes agrupamientos…
Siguiendo este punto de partida, intentaremos caracterizar la situación actual a partir de una lectura orgánica/estructural del desarrollo capitalista. En este sentido formuláremos cinco tesis, incluyendo una propuesta táctica, que como veremos, se convertirán en las guías que delimitarán las directrices de acción de política. Éstas son:
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Tesis 1: El fenómeno Trump se explica a partir de entender las lógicas del desarrollo capitalista en los últimos 30 años, cuyo desarrollo desembocó en la crisis capitalista desatada en el 2008.
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Tesis 2: La burguesía imperialista que respalda el gobierno de Trump, ve en la reestructuración capitalista y la Guerra Imperialista, una salida de la crisis estructural del capitalismo.
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Tesis 3: La reestructuración del capitalismo norteamericano impactará enormemente en la economía y situación política de México, lo que profundizará la ilegitimidad del Estado mexicano, condiciones que podrían desembocar en una situación revolucionaria.
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Tesis 4: Ante este escenario de “catarsis social”, la burguesía criolla mexicana prepara una restauración de la legitimidad del Estado y un “nuevo modelo económico” por medio de un posible triunfo de AMLO-MORENA en las elecciones del 2018.
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Tesis 5: La tarea de los comunistas es disputar políticamente el referente por medio de poner en la agenda la discusión del programa político.
I
Como lo apuntábamos, uno de los elementos fundamentales que explican el triunfo del Donald Trump, es la capacidad que tuvo de canalizar el descontento de la clase trabajadora blanca que tenía años sufriendo el desempleo y la reducción de sus ingresos. Este proceso, que si bien sentó sus bases en la reestructuración productiva realizada en la década de los 80 y 90 del siglo pasado, se profundizó con la crisis capitalista de 2008.
Dirección Política del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
Se estima que en los últimos 15 años las corporaciones multinacionales cerraron 60 mil fábricas y movieron millones de empleos con buenos salarios al extranjero en busca de salarios de miseria, lugares donde no pagar impuestos o poder contaminar libremente (Aguirre, 2017). Sin embargo la crisis capitalista incrementó los niéveles de desempleo y la precariedad social.
Fred Goldstein estima que en la década de los 2000, la creación de nuevos empleos fue de 0% respecto de la década anterior, en contraste en la década de los 90 se habían incrementado en 20 por ciento. Además agrega que 42 meses después de la crisis del 2007, la tasa de ocupación de Estados Unidos aún era 5 por ciento menos previo al estallamiento de la crisis.
Se estima que desde junio de 2009 hasta junio de 2011, la media de los ingresos familiares cayó más del doble (6,7%) de lo que había caído durante la crisis que tuvo lugar entre diciembre de 2007 y junio de 2009 (3,2%). Por ejemplo, desde 2007 hasta 2010 la media de los ingresos de las familias blancas se redujo desde 57 752 hasta 54 620 dólares, es decir, un 1,3%. En el mismo período, la media de los ingresos de las familias de origen africano se redujo desde 35 665 hasta 32 068 dólares, un 10%. Entre los latinos la caída fue desde 40 673 hasta 37 759 dólares, un 7,2%. (Golstein, 2012).
Como diría Mike Davis, Trump cabalgó una ola de resentimiento de la clase trabajadora blanca, movilizando a los abstencionistas tradicionales así como a los trabajadores de cuello azul alienados (Republicanos y Demócratas), algunos de los cuales fueron también seducidos por Sanders. (Davis, 2017).
A ello se le suma, el miedo de los segmentos de la población, que debido a la propaganda racista y xenófoba acusan a los trabajadores inmigrantes de la perdida de sus trabajos. Propaganda difundida por los grupos supremacistas blancos, como Steve Bannon y Mike Spence, cuyo argumento central es la tendencia demográfica que indica que la población blanca dejara de ser mayoría en 20 años.
II
No fue solo el resentimiento de la clase trabajadora la que contribuyó al triunfo del Magnate neoyorquino. Un sector de la burguesía imperialista norteamericana, representante de las corporaciones transnacionales/imperialistas que dominan la economía del mundo respaldó su candidatura y proyecto ultranacionalista.
Compartiendo el poder del presidente se encuentran el ex presidente de trasnacionales Exxon-Mobil, Rex Tillerson; Andrew Puzder vinculado a CKE-Carl’s Jr; Linda McMahon de WWE; Betsy Devos, Amway. Inclusive Rick Perry quien encabeza el Departamento de Energía, y es integrante de la junta directiva de Energy Transfer Partners, la empresa encargada de construir el oleoducto Dakota Access (Ugarteche, 2017).
A ellos se les suman agentes de la banca de inversión y sector financiero de peso incalculable. Gary Cohon, Wilbur Ross, Steve Mnuchin, vinculados a la financista Goldman Sachs Group, tienen posiciones de primer orden en el gabinete de Trump. A ello se le agrega la reciente asesoría de Jamie Dimon, presidente de la firma financiera transnacional JP-Morgan, quien asesoró al gobierno para eliminar la Ley Dodd-Frank – que tenía por objeto regular la actividad especulativa de los bancos, limitar los préstamos irresponsables y controlar la corrupción del sistema financiero-. Es evidente que con el nuevo presidente el poder está y estará intacto en Wall Street y en Washington (Ugarteche, 2017).
La consolidación del proyecto nacionalista y xenofóbico encabezado por Trump se concretó con el apoyo del Departamento de Defensa –Pentágono-. Los generales James Mattis, Mike Flynn y John Kelly promovieron el apoyo a Trump entre los miembros del ejército. En retribución el nuevo presidente norteamericano incrementará en 54 mil millones de dólares la partida presupuestal del Pentágono, con lo cual se superará el tope histórico de los 600 mil millones en el próximo año.
La alineación del complejo industrial-financiero-militar bajo un programa nacionalista, solo puede representar una cosa: preparativos para la guerra imperialista. En este sentido la política militarista-reindustrializadora-financiera cubierta con un violento nacionalismo rancio, representa la construcción de un capitalismo de guerra.
Estas medidas imperialistas no son nuevas, V.I. Lenin apunta que en el texto “La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla” publicado en 1917, que la guerra, al acelerar extraordinariamente la transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado. De igual forma su texto El estado y la revolución publicado el mismo año, reiteraba
La guerra imperialista ha acelerado y agudizado extraordinariamente el proceso de transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado. La opresión monstruosa de las masas trabajadoras por el Estado, que se va fundiendo cada vez más estrechamente con las asociaciones omnipotentes de los capitalistas, cobra proporciones cada vez más monstruosas. Los países adelantados se convierten — y al decir esto nos referimos a su “retaguardia” — en presidios militares para los obreros.
La construcción del Estado “poderoso”, representa la fusión misma de los administradores del capital con la administración del Estado misma, porque la guerra imperialista requiere una base material para la guerra, situación que solo se logra si la clase burguesa toma en sus manos el control de la gestión estatal misma. El gobierno de Estados Unidos, por medio de las declaraciones de su nuevo presidente, reitera la necesidad de fortalecer la capacidad nuclear de su país: “Fortalecer y expandir la capacidad nuclear del país hasta que el mundo entre en razón”, apuntó el ocupante de la Casa Blanca el 22 de diciembre.
Si bien Los focos rojos de la confrontación mundial se encienden contra China y Norcorea, por las disputas de las islas ubicadas en el Mar del Sur de China y contra el programa nuclear de Pyongyang –capital de Corea del Norte-, no se descarta la confrontación con Rusia en Ucrania y Europa Oriental o Irán en el estrecho de Ormuz.
III
El éxito de Donald Trump, envuelve la posibilidad de desmontar y reestructurar ciertas lógicas de la acumulación capitalista, hasta ahora dominantes, que aceitaban el funcionamiento del Capitalismo Monopolista Transnacional. De concretarse el posible giro “proteccionista” y “nacionalista” de su política industrial -más no financiera- implicará la modificación de los flujos y magnitudes de mercancías manufactureras de México a Estados Unidos. El proteccionismo de Trump alterará los flujos de inversiones de capital, tanto en la economía productiva como en el sector financiero, y con ello se desacelerará el crecimiento económico. Lo que de por si implica agudizar la crisis y la recesión que se vive desde la crisis del 2008. Aún no sabemos con exactitud si el presidente electo de Estados Unidos realizará plenamente su promesa de renegociar el TLCAN y si es así, en qué grado. Lo cierto es que su propuesta de reindustrializar Norteamérica por medio de la renegociación del TLCAN y la ruptura con China, y con ello fomentar la relocalización de las Inversiones Extranjeras Directas (IED) en el sector manufacturero, impactará en el funcionamiento del capitalismo en México, pues ahora se espera la salida de grandes masas de capital que deterioren el crecimiento capitalista.
Es por ello que se estima un bajo crecimiento de la economía mexicana. El periódico el Financiero evaluó que el crecimiento de la economía para el 2017 pasará de lo previsto, 2.26 por ciento a un bajísimo 1.72 por ciento (Financiero, 2016). Por su parte, uno de los principales bancos norteamericanos, Citibank redujo el pronóstico de crecimiento de la economía mexicana de 2.3 a 1.8 (Negocios). El banco de inversión BlackRock indicó que el crecimiento podría bajar a menos de dos por ciento. La calificadora Moody’s recortó la perspectiva de 2.5 a 1.9. El banco comercial HSBC pasó la estimación de crecimiento de la economía nacional del 2.3 por ciento a 1.7 (Financiero).
Las bajas expectativas de crecimiento prevén que al eliminarse el TLCAN, se impondrán impuestos a las exportaciones manufactureras de México con destino a EU, lo cual coloca en desventaja a dichas mercancías, amenaza con reducir sus ventas y ganancias, que a su vez desalentará a los inversionistas, quienes transferirán sus capitales a otros sectores más lucrativos. Además se reducirán las inversiones en el sistema financiero. El Banco de México informó que después del triunfo de Trump se ha registrado una salida de capitales por el monto de 10,609 millones de pesos (mdp).
El impacto económico ocasionado por el intento de reestructuración del capitalismo norteamericano, podría conducir a una reconfiguración del bloque dominante en nuestro país, y con ello a una modificación de la política económica, inclusive a una modificación de la forma del Estado Burgués mexicano. La fracción de la burguesía criolla –Grupo Carso, México, Bimbo- fuertemente dependiente de la economía nacional, podría apostar por un programa y candidato electoral que se ajuste a los “nuevos tiempos”. Es decir, un programa de corte nacionalista y estatismo burgués. Esta posibilidad no es una especulación, algunas asociaciones empresariales están promoviendo políticas económicas que incentiven el mercado interno. La COPARMEX y la CANACINTRA se han pronunciado por incrementar de forma atípica el salario mínimo. Inclusive, el presidente del Grupo Carso, Carlos Slim, se ha pronunciado por reactivar la economía interna, al señalar que “México debe invertir alrededor de 250,000 millones de dólares para crecer a niveles de un 5%”. De ese monto, la inversión extranjera directa debe ser por lo mucho un 10% o 15%. Hay que enfocarnos en la inversión nacional, que es el 85% de lo que requiere el país, eso se hace abriendo diversos proyectos para que se hagan con asociaciones públicas privadas (FORBES, 2016)”.
La baja expectativa de crecimiento de la economía en el país y la poca certeza de que las inversiones en la economía mexicana sean rentables, han provocado un estancamiento en la llegada de Inversión Extranjera Directa (IED), ya que en los últimos años se han mantenido por debajo de los niveles alcanzados en el 2007. Con excepción del 2013, cuando las inversiones fueron altas derivado de la adquisición de la cervecera Grupo Modelo por la empresa belga Anheuser-Busch InBev, por un precio de 13.249 millones de dólares, las inversiones extranjeras directas no han podido superar el tope de los 30 mil millones de dólares.
La localización de IED en el país se ha estancado pese a la reforma energética aprobada en el 2014 y la reforma laboral, lo que demuestra que aún la economía mexicana no es lo suficientemente atractiva para el capital financiero internacional.
Sumado al estancamiento de las IED, las inversiones dirigidas al sector financiero nacional, cuyos fondos compran valores-bonos emitidos por el gobierno federal, retiraron entre enero y noviembre de 2016 recursos equivalentes a 132 mil 469 millones de pesos, esto representa de acuerdo con datos del Banco de México (BdeM) el 6 por ciento del total (Amador, 2016 ). La salida de estas inversiones, caracterizadas como capitales golondrinos por su volátil movilidad y carácter especulativo, han presionado al Banco de México a subir las tasas de interés de 3.0 a 5.75 por ciento. Con el incremento, teóricamente, el gobierno pretende detener la salida de capitales, detener la devaluación del peso y mantener contralada la inflación.
Sin embargo, pese a los incrementos de las tasas de interés los capitales siguen saliendo del país. Más aún, si la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) mantiene una política alcista en sus tasas de interés como un mecanismo para amortiguar su propia crisis, México no podrá mantener el paso, lo que lo llevará a incrementar la rentabilidad de su bonos y con ello el riesgo de su adquisición, las calificadoras como Moodys y Fitch, posiblemente depreciarán la calificación de la deuda, generando más incertidumbre para los inversionistas y más salidas de capital.
Más aún, los incrementos de la tasas de interés han impactado negativamente en el monto de la deuda pública, que actualmente equivale a más del 50 por ciento del PIB. Los intereses pagados a los capitales que invierten en bonos y deuda nacional ahora equivale al 18% del PIB, este monto representa más de lo que el gobierno federal gasta en conjunto en solventar los rublos de salud y educación.
Los administradores del capitalismo en México intentan a toda costa garantizar mayores rendimientos al capital financiero para mantener la “estabilidad económica” a costa del gasto y bienestar social, lo anterior supone que la crisis la pagan y pagarán los trabajadores. Sin embargo, la “estabilidad” comprada momentáneamente a un precio muy alto, solo retarda la inevitable tormenta que está por venir. Las altas tasas de interés desincentivan la inversión productiva, desaceleran la economía, incrementan la desocupación y la deuda pública, lo que impactará negativamente en la relación peso-dólar, además profundizará el círculo vicioso en que está metido el capital: falta de empleo, inflación, poco crecimiento.
Estos son solo algunos síntomas de que la economía mexicana no se puede recuperar de la crisis capitalista del 2008 por los métodos hasta ahora utilizados. La crisis, cuyo epicentro se ubica en los Estados Unidos, expresó el agotamiento estructural de los mecanismos de acumulación que el capitalismo había impuesto desde la década de los 70 del siglo pasado y que ha dado forma a lo que hemos llamado Capitalismo Monopolista Transnacional. Como lo muestra la gráfica 3, la lenta economía mexicana forma parte de la nula recuperación de la crisis a nivel mundial y de las dos principales economías del planeta.
La desaceleración de la economía mundial en el periodo 2014-2015 preocupa al capital porque no aparece como una situación coyuntural, sino un fenómeno estructural. Es por ello que las expectativas sobre actividad económica en el mundo para 2016, son pobres, pues las proyecciones del Banco Mundial que estimaban que crecería en 2.9 por ciento, ahora deben corregirse, pues solo se creció en 2.4 por ciento, es decir, 0.5 menos de lo esperado.
El bajo crecimiento económico muestra que la absorción de capital por el sector productivo no se puede realizar a los ritmos requeridos por la acumulación capitalista a nivel global. En este sentido, la crisis capitalista, expresión de las crecientes contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, muestra un posible agotamiento de las bases del Capitalismo Monopolista Transnacional, y con ello de su política de administración: el neoliberalismo.
IV
La crisis estallada en el 2008 es la expresión de que el capital enfrenta limites que solo podrán ser medianamente resueltos por medio de una profunda reestructuración, sin descartar la guerra imperialista. El triunfo de Trump y el Brexit, el rescate financiero de 700 mil millones de dólares del sistema financiero por el gobierno norteamericano, demuestran que sectores de la burguesía internacional apuestan por salir de la crisis mediante la construcción de propuestas alejadas de la ortodoxia del libre mercado.
Es posible que la permanencia de la crisis estructural del capital y las medidas de reestructuración capitalista postneoliberales –de aplicarse-, someterán a los países a una catarsis económica y política –quiebra y concentración de capitales, pauperización, desocupación, descontento social, ruptura con las instituciones, quiebre profundo de la legitimidad del gobierno-, lo que podría motivar grandes movilizaciones sociales, posiblemente más grandes de las que hemos sido testigos en el 2006 (con la APPO, la Otra Campaña, la lucha contra el fraude electoral), o en el 2009-2010 con las movilizaciones encabezadas por el SME, o las movilizaciones magisteriales y populares que marcaron el 2013-2014 con el impase de la Reforma Educativa y el punto de quiebre del gobierno de EPN por el caso Ayotzinapa, bajo la consigna ¡Fue el Estado!
En este sentido, es posible que la crisis estructural del capitalismo abra una época marcada por la aparición de situaciones revolucionarias. Al respecto, V.I. Lenin apunta.
A un marxista no le cabe duda de que la revolución es imposible sin una situación revolucionaria; además, no toda situación revolucionaria desemboca en una revolución ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? seguramente no incurrimos en error si señalamos estos tres síntomas: 1) la imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de las alturas, una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpen en descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar con que “los de abajo no quieran”, sino que hace, además, que falta que “los de arriba” no puedan seguir viviendo como hasta entonces. 2) una agravación, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de “paz“ se dejan expoliar tranquilamente, pero en épocas de turbulencias son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los mismos de “arriba”, a una acción histórica independiente.
Sin estos cambios objetivos, no solo independientes de la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes clases, la revolución es, por regla general imposible (Lenin).
El descredito del régimen político expresado por la insignificante aprobación de la figura presidencial y los poderes legislativo y judicial; la creciente pauperización de la población que alcanza el 53 por ciento, la precarización día a día de la economía popular y la austeridad social; y las oleadas cíclicas de las masas en las calles, podrían potenciarse aún más con la continuidad de la crisis y la reestructuración del capital.
En este contexto y sumado al efecto Trump, la burguesía pondrá en el escenario político sus diferentes propuestas, desde propuestas socialdemócratas con programas proteccionistas y nacionalistas de corte populista como MORENA y posibles segmentos de PRD-PRI, hasta propuestas abiertamente reaccionarias y conservadoras –fascistas- como el PAN-PRI-PRD. Finalmente, el objetivo no solo sería ofrecer un modelo de administración del capital que se adecúe a las nuevas necesidades de la acumulación, sino también, una propuesta política que sirva como cerco de contención del descontento popular, que logre aislar y desmovilizar a los elementos y propuestas proletarias y comunistas, cooptar y/o contener las posiciones de centro y garantizar que la clase dominante se mantenga como dominante.
V
El potencial transformador de las movilizaciones que están por venir se encuentra truncado por la inexistencia de un referente político de izquierda proletaria y anticapitalista. La agudización de la crisis y estructuración capitalista, no solo reacomodará el funcionamiento del capital, sino que de realizarse, podrán permitir la modificación de la correlación de fuerzas entre las clases, para bien o mal de la clase trabajadora.
La inexistencia histórica del partido del proletariado, somete a las fuerzas revolucionarias a la imperiosa necesidad de construirlo. Pero está claro que esta tarea no se realizará de la noche a la mañana. Sin embargo, esto no implica que no podamos construir un gran BLOQUE DE IZQUIERDA que dispute programáticamente y tácticamente las propuestas burguesas.
Es por ello que la coyuntura electoral solo será una escaramuza de un conjunto de disputas más amplias que están por venir antes y después del 2018. Si bien las elecciones no asumen la forma de una batalla definitiva para la conquista del poder político por el pueblo trabajador, es un escenario que permitirá confrontar propuestas y proyectos de nación.
La propuesta del EZLN-CNI es pertinente políticamente, pues permite la construcción de una organización política, un POLO/BLOQUE DE IZQUIERDA que dispute ser el referente y defensor del pueblo trabajador. Ante esta situación, el MIR ha expuesto que la táctica correcta ante la coyuntura Político Electoral es la construcción de un Polo de Izquierda que abra más las inminentes grietas que resquebrajan al régimen peñista-priista, producidas por la crisis capitalista, mismo que se convierta en un referente político nacional que pueda disputar verdaderamente.
Esta tarea no será fácil, uno de los grandes éxitos políticos de los últimos 30 años del desarrollo capitalista es la eliminación del panorama político de las fuerzas revolucionarias y comunistas; ya sea por medio de la destrucción física, por medio de la cooptación o inclusive la invisibilización o satanización mediática. Hoy es tarea indispensable disputar programáticamente y ser un referente organizativo y político para el pueblo trabajador.